Capa y espada napoleónica: comentarios sobre “Soldado de fortuna” de Alexis Brito Delgado

A lo largo de este año que viene, el 2015, vamos a tener ocasión de oír hablar, muchas veces, de la apoteosis final del imperio napoleónico, la que se escenificó en el campo de batalla de Waterloo un 18 de junio del año 1815.

Napoleón en Austerlitz

Napoleón en Austerlitz. Pieza de La colección Reding

Como con la Primera Guerra Mundial y sus cien años, se empezarán a llenar las estanterías físicas, y digitales, de novedades editoriales explicándonos, desde todos los ángulos, cómo el Ogro corso, el monstruo “Buonaparte”, lanzó su último envite… y perdió. Eso sí, tras dejar una cuenta de varios miles de muertos a sumar a la iniciada desde sus tiempos de general republicano que ya empezaba a pensar más en su propia gloria, que en el bienestar de aquella comunidad de hombres y mujeres que se habían sacudido el yugo de la monarquía absoluta en 1789 y habían mantenido su apuesta política ante el resto de soberanos europeos, rebasados por aquellos acontecimientos.

¿Cómo elegir entre toda esa panoplia?. La respuesta más cabal es que tampoco es necesario elegir. Seguro que van a encontrar mucho y bueno. Desde el relanzamiento de películas tan magníficas como “Los duelistas” o “Waterloo”, hasta multitud de ensayos y novelas a las que contribuirán -contribuiremos, de hecho- muchos autores.

Uno de los primeros en lanzarse a esa carrera ha sido la editorial independiente, Dlorean, de Valladolid, a la que hay que agradecer -o reclamar, ustedes verán- que haya apostado, a su vez, a favor del explosivo relato de Alexis Brito “Soldado de Fortuna” desde el año 2013.

¿Qué nos ofrece este libro que recorre de principio a fin casi todos los escenarios de las guerras napoleónicas, desde Austerlitz hasta la isla de Santa Elena?.

Hay que avisar, en primer lugar, que su lectura puede producir a muchos la sensación de estar ante algo escrito por alguien que parece haber sintetizado la Literatura de Patrick O´Brian con la de Arturo Pérez-Reverte.

El resultado, como comprobarán en cuanto pongan la mano encima a “Soldado de fortuna”, es, en efecto, demoledor.

Alexis Brito no nos permite respirar mientras leemos la sucesión de breves capítulos en los que va condensando un período tan vasto y complejo como las guerras napoleónicas.

Lo notarán ya desde el primer capítulo en el que se nos presenta al hilo conductor de toda esta historia: Konrad Stark, un mercenario sajón que salta de batalla en batalla y de cama en cama. Eso cuando no se dedica a piratear por varios de los Siete Mares. Del Caribe al Mediterráneo.

La opinión de Stark sobre toda esa conmoción que llamamos “guerras napoleónicas”, no puede ser más cínica. Algo contra lo que no podrá reclamar quien pase más allá del primer capítulo de “Soldado de fortuna”. Especialmente de sus últimas líneas, en las que Stark deja bien claro, de manera explícita, que es un amoral, un superviviente que aprovecha el río revuelto por Napoleón Bonaparte para vivir la vida a grandes tragos, como si se hubiese escapado de un poema de Espronceda aunque sacudiéndose de encima los encajes y remilgos de un Romanticismo que ya no está de moda. Ni en la Literatura, ni en ningún otro ámbito.

Sí, Stark lo repite constantemente: él está lo mismo en una taberna de Barcelona como aquella en la que se desarrolla el primer capítulo, como en las principales batallas de las guerras napoleónicas -Austerlitz, Eylau, otras menos conocidas como Aspern-Essling, la propia Waterloo…- para sacar provecho de la situación como mercenario.

Cazador prusiano. Pieza de La colección Reding. Fabricante Osprey-Del Prado

Cazador prusiano (c. 1813). Pieza de La colección Reding. Fabricante Osprey-Del Prado

Odia a Napoleón, pero en realidad ahí no está el límite de su resentimiento social. Su padre literario, Alexis Brito, le hace repetir una y mil veces que él, Konrad Stark, está en contra de todo el que ostenta mando.

Sea un general ruso como Bennigsen, sea un sargento francés que se dedica a torturar a prisioneros que se ha ordenado rescatar a Stark. Como se puede ver, nuevamente con claridad meridiana, entre las páginas 94 y 107 del libro, donde se describe la batalla de Eylau desde el punto de vista de los que padecen la famosa carga de Murat dada aquel 7 de febrero de 1807 y apenas salen en los libros de Historia -al menos antes de la revolución microhistórica de los años setenta del siglo XX-, salvo como masa amorfa y anónima que ejecuta los designios de grandes personajes como Napoleón.

Su único límite, que aún incluso parece raro en un personaje tan extremo como él, es el respeto a sus camaradas muertos, a los soldados de a pie que luchan hombro con hombro con él y se atienen a un código de conducta que pone el valor físico, el arrojo, como medida de todo lo demás. Como también queda bien explicado en esos tres capítulos de la novela que van de la página 94 a la 107.

A muchos, y con razón, “Soldado de fortuna” les parecerá, más bien, una novela de aventuras, algo posmoderna -que dirían los grandes expertos- al estilo de “El diccionario de Lemprière”, como se denota por las referencias de literatura “popular” y cinematográficas en los apellidos de algunos personajes -¿el propio Konrad Stark, un muy probable homenaje a la saga de “Juego de tronos”?, los hermanos Volonté, también muy probable homenaje del autor al “Spaghetti western”…- y donde lo que prima es la acción sobre la exactitud del telón de fondo histórico.

No les faltarían motivos. No se entiende muy bien, por ejemplo, por qué Stark y otros personajes de “Soldado de fortuna” insisten en tildar de republicanos a los franceses incluso en el año 1807. Cuando ya está claro para todos, empezando por los franceses, que su país es un imperio y no una república, destruida por Bonaparte de hecho desde el golpe de 18 de Brumario y de derecho desde el año 1804, cuando se corona emperador.

La vestimenta de Stark también lleva a confusión. Hay momentos en los que no sabemos si va tocado con un chacó militar o con una chistera. La presencia de galeones en pleno siglo XIX en el Mediterráneo tampoco parece tener mucha lógica. Así como el llamar “falconetes” a piezas de Artillería de campo como la que se utiliza en batallas como Austerlitz o Eylau.

Sin embargo, ese encasillar rápidamente a “Soldado de fortuna” entre las novelas -y el cine- de aventuras, sería un error puesto que la obra de Alexis Brito no se deja clasificar tan fácilmente.

En efecto, la descripción de batallas como la de Austerlitz o la carga de Murat en Eylau demuestra que el autor, si quiere, puede dar detalles históricos apabullantes.

Otro tanto ocurre con las extemporáneas aventuras piratescas de Stark. Podrían parecer más propias de una novela de aventuras que de otra que aspirase a adjetivos más egregios. Sin embargo, en los episodios marítimos que Alexis Brito intercala entre gran batalla y gran batalla napoleónica, vemos aparecer retazos de reconstrucción histórica verdaderamente sublimes. Como el del ataque de la fragata capitaneada por Stark contra un mercante francés.

La descripción del manejo de las piezas de Artillería montadas por la fragata de Stark es igual -o tal vez superior- a la que ningún lector de C. S. Forester, Alexander Kent o Patrick O´Brian haya podido leer nunca.

Alexis Brito, en efecto, se muestra en la página 114 de “Soldado de fortuna” como un experto conocedor de la materia. Allí vemos a la tripulación de Stark anudarse las camisas a la cabeza para evitar heridas superficiales por astillas levantadas por los disparos enemigos -uno de los peores peligros para el marino de la época, incluso más que los disparos directos- y se nos describe con esmero cómo las piezas de la fragata del capitán Stark son disparadas y vueltas a poner en posición con los espeques -es decir con las palancas que se metían en las ruedas de las cureñas para hacer emplazar la pieza- después de haber sido lampaceadas -es decir, limpiadas con lampazos, escobillones para la Artillería de Tierra- por otros servidores de la pieza.

“Soldado de fortuna”, a su peculiar manera, también nos recuerda pasajes olvidados de la Historia de la epopeya napoleónica como la ocupación imperial francesa de parte de Suiza y que hoy nos parecen inverosímiles, presos como estamos de lugares comunes sobre ese país, entre los que destacan su neutralidad y su capacidad para evitar invasiones tan despiadadas como la que sufrió Europa en la Segunda Guerra Mundial.

Los paisajes de alta literatura también son un terreno que domina Alexis Brito. Desde luego se le nota que no desconoce a Tolstói en las páginas en las que lleva a Stark a la Rusia de 1812, donde ejerce de salteador de caminos. Profesión muy adecuada para un soldado de fortuna -y de los otros también- de la era napoleónica, como bien señala Brito y que coincide, totalmente, con lo que vamos sabiendo de ese complejo universo que generó inadaptados de esta especie a millares. Sobre todo en la Francia postnapoleónica. Como nos lo han contado desde Víctor Hugo hasta especialistas como Stuart Woolf y que el que éstas líneas firma corrobora enteramente para el caso de España. Y, más concretamente, para un área tan a propósito para ese negocio como las zonas montañosas vascas, llenas de veteranos de esa guerra que ya no saben -ni quieren- vivir de otro modo.

Oficial de línea francés

Oficial francés. Pieza de La colección Reding. Fabricante UGS (HK) LTD

Hay desde luego en “Soldado de fortuna” brillantes pasajes. Como el que en la página 181 resume qué fue el imperio napoleónico, descrito, al mismo tiempo, por la imaginación megalomaníaca de Napoleón que medita -a solas y en voz alta- tras la batalla de Lützen -prácticamente su última victoria, en 1813- y por la mucho más pragmática de uno de los sirvientes del emperador, que valora todo el discurso de Napoleón como resultado de que su amo ha perdido algún tornillo.

También es notable, por su originalidad para los lectores españoles, la celebración de la derrota napoleónica en 1814 contada desde las calles de Estocolmo. Especialmente los pasajes que van desde la página 202 a la 207.

El contenido de las páginas 215 a 220, en las que Alexis Brito resume el comienzo de los “Cien Días” tras la huida de Napoleón de Elba, es verdaderamente pulcro, exacto, describiendo de modo tan cínico como bien medido -sin dejar de ser ácidamente divertido- el último plan de Napoleón para recuperar su perdido trono gracias a su orgullo desmedido, a los errores de los Borbones restaurados y a la irritación general en toda Francia contra ellos por ese gobierno de los privilegiados que, sin embargo, no aplaca el odio de muchos franceses, que no sienten aprecio ni por la tiranía borbónica ni por la napoleónica.

En definitiva, “Soldado de fortuna” puede ser muy discutible para los lectores ávidos de no quedarse atrás en la carrera literaria del bicentenario del fin de la epopeya napoleónica. Y más aún si dichos lectores gustan de la corrección política, de la que Konrad Stark nada sabe. Como bien se demuestra, por ejemplo, en las páginas 159 y 170 de “Soldado de fortuna”, con frases que harían poner el grito en el cielo a muchos profesores, y profesoras, de muchos Departamentos de Literatura de las mejores universidades de Estados Unidos, fieles seguidores de esa forma de hipocresía científica llamada, en efecto, “corrección política”.

Sin embargo, “Soldado de fortuna” bien merece toda una oportunidad. Mucho más ahora que, gracias a las editoras independientes -como Dlorean- y la revolución del libro digital, los lectores pueden permitirse comprarse diez libros -o más- con el presupuesto destinado antes a un sólo libro en papel, pudiendo acceder así a todas -o casi todas- las caras del prisma frente a las escasas facetas -en muchos de los sentidos de la palabra- que antes imponían sobre un determinado tema -por ejemplo las guerras napoleónicas- las grandes firmas editoriales y sus autores promocionados.

Infantería de línea prusiana (c. 1815). Pieza de La colección Reding. Fabricante Osprey-Del Prado

¿Van a desaprovechar la oportunidad?. Si la desaprovechan no comprando esta obra de Alexis Brito, junto a muchas otras de las que van a surgir en los próximos meses en formato digital, merecen, desde luego, enfrentarse a Konrad Stark -vividor, rufián, aventurero sin o con pocos escrúpulos, soldado de fortuna…- sobre el campo de batalla de Waterloo, hace ahora doscientos años.

Justo cuando las líneas francesas caen, Napoleón huye y la Guardia, muere, se rinde y también huye, llevándose detrás de ella a una masa presa del pánico a la que ya sólo le importa salvar su vida. No, desde luego, el apolillado manto imperial de Napoleón…

Acerca de Carlos Rilova Jericó

Licenciado en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid. Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Administrador del weblog de "La novela antihistórica", creada como página de crítica independiente en el año 2010 para ayudar a mejorar el criterio de selección de obras de gran difusión comercial entre el público y redactor de la reseña mensual de acceso libre publicada en esa página cada día 20 de cada mes. Director del banco de imágenes y centro de investigación histórica "La colección Reding". Profesional de la investigación histórica y cultural para diversas empresas y organismos públicos desde el año 1996.
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2 respuestas a Capa y espada napoleónica: comentarios sobre “Soldado de fortuna” de Alexis Brito Delgado

  1. Antígono dijo:

    La novela que reseñas tiene pinta de ser interesante, sobre todo porque refleja un elemento de la época napoleónica que poca gente repara en ello, los mercenarios (y los corsarios/piratas de esta época, que también hubo y de forma abundante). Mercenarios que fueron una parte esencial en muchos de los ejércitos de Napoleón (y de otros), a pesar de que la propaganda nacionalista del Romanticismo nos haya vendido esta época como la época de los ejércitos nacionales y el fin de los ejércitos mercenarios. Porque lo cierto es que Bonaparte (a pesar de ser un general de la Revolución) recurrió a ellos para reforzar a sus tropas, ya fueran los mamelucos, los sajones o los jinetes polacos. Respecto al aspecto naval (y las aventuras del personaje en varios mares) me parece bien traído; porque las guerras napoleónicas pueden considerarse una especie de guerra mundial (no sólo se combatió en Europa sino también en América, África o Asia, y no sólo en el Mediterráneo sino también en el Atlántico, el Pacífico y hasta en el Índico); aunque no se la verosimilitud que puede tener un soldado que participa en todos los frentes…aunque al ser novela le daremos el beneficio de la licencia que se toma el autor.
    Y a ver si es verdad lo que comentas del bicentenario, porque con el cuento del centenario de la Gran Guerra, las guerras napoleónicas parecen haber quedado sumergidas en las librerías por la guerra de 1914.

    • Estimado Antígono: dale un voto de confianza. Te entretendrá, como poco. En cuanto a lo del Bicentenario de Waterloo, tranquilo, que lo de 1914 ya está agotado y seguro que para el 2015 no se va a dejar sin explotar ese otro filón.
      A ver si se saca de él más oro que escoria.
      De momento la recuperación de «Soldado de fortuna» no parece un mal comienzo.
      Un saludo.

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