Una saga británica: “El portador de la llama” de Bernard Cornwell

Se podría decir que es un axioma científico: la novela histórica británica, o incluso anglosajona, roza la perfección. Siempre y cuando no se meta en asuntos que tengan que ver con España y con el mundo hispánico.

Esto es algo que se confirma claramente en la, por ahora, última entrega de una de las series de novelas históricas manufacturada por el gran fabricante de ese tipo de producto.

Es decir, no otro que Bernard Cornwell, que ya ha pasado varias veces -unas con algo de pena y otras con bastante gloria- por las páginas de “La novela antihistórica”.

En este caso se trata de la décima entrega de la serie dedicada a la formación de la actual Inglaterra durante la Alta Edad Media.

Un campo histórico ideal para un autor como Bernard Cornwell, al estar lleno de intrigas políticas, lances sangrientos, apabullantes batallas…

Algo que queda patente, una vez más, en esta décima entrega, que cumple a la perfección con lo que se podría esperar de un punto de partida tan prometedor para los miles de lectores de este autor.

En efecto, “El portador de la llama” tiene todo lo que un lector-tipo de las sagas de Bernard Cornwell espera.

Para empezar, en esa novela siguen haciendo de las suyas los carismáticos personajes que, por lo general, son el hilo conductor de todas las series de Cornwell.

En este caso, Uhtred el pérfido. Que en esta décima entrega de la serie de “Sajones, Vikingos y Normandos” sigue persiguiendo su objeto numinoso -el que no puede faltar en toda buena saga medieval o medievalizante que se precie-. Es decir: recuperar la fortaleza de Bebbanburg, en el límite entre Escocia y esa Inglaterra que en esos momentos no existe, pues está dividida entre diversos reinos controlados por sajones, daneses u otra clase de normandos.

Una vez más, gracias a Uhtred y los personajes que le rodean -como su lugarteniente Finan y los hombres de la hueste al servicio del ya viejo guerrero- podemos descubrir en qué consistía aquel país que todavía ni siquiera tenía el nombre de Inglaterra y se está forjando bajo las mismas barbas de los protagonistas de “El portador de la llama” a través de una serie de intrigas políticas y batallas memorables o -también- de simples escaramuzas fronterizas.

Cornwell, en efecto, demuestra su maestría una vez más a la hora de escribir de manera novelada y bien documentada la Historia de su propio país. Incluso aunque, como él mismo reconoce, se ha tomado muchas libertades con los hechos estrictamente históricos que utiliza como trasfondo.

Así es, “El portador de la llama” describe con precisión, y con bastante gracia, los vaivenes que zarandean a reinos como Mercia y Northumbria. Esos de los que finalmente nacerá una Inglaterra unificada, sobre todo a partir de la conquista normanda que llegará más de un siglo después de la acción que describe esta novela.

Especialmente sabrosos -e instructivos- son los pasajes en los que todo eso es descrito a través de un Uhtred que se despacha a gusto con su antigua religión. Es decir, el Cristianismo en el que ha sido educado y al que ha renunciado mucho antes de que la acción de “El portador de la llama” se desarrolle.

A ese respecto, uno de los mejores pasajes del libro es la escena en la que Uhtred destruye una serie de supuestas reliquias en poder de uno de sus vasallos. Un antiguo guerrero danés reconvertido en obispo por obra y gracia, principalmente, de una atrabiliaria locura que le lleva, además, a creerse el mismísimo Jesucristo reencarnado.

Hay que irse hasta una de las obras maestras de la novela histórica -“El gatopardo” de Giusseppe Tomasi di Lampedusa- para encontrar una crítica tan mordaz y certera a la manipulación de la Fe cristiana en aras de una descarnada política de poder que se basa, principalmente, en embaucar con historias simplemente inverosímiles a mentes confundidas. Como la del falso obispo que debería, teóricamente, rendir vasallaje a Uhtred.

Del mismo estilo, son las escenas en las que Uhtred desmonta los tejemanejes de los religiosos al servicio de las distintas cortes en las que está dividida la futura Inglaterra. Desvelando así que los monasterios de la época no son sólo centros dedicados a preservar la cultura o fomentarla, sino unidades muy disciplinadas al servicio de una maquinaria política que busca -como uno de sus principales fines- reforzarse en aspectos nada espirituales.

De hecho, utilizando esa cultura conservada y fomentada desde esos monasterios para crear falsos documentos destinados a demostrar que esas instituciones son dueñas legales de tierras de las que, obviamente, no son legítimos propietarios. Salvo por medio de esas artimañas fuera de la ley, que pasan por crear falsos documentos a partir de palimpsestos.

Es decir, raspando otros más antiguos para escribir textos completamente nuevos y así aprovecharse de la ingenuidad, la superstición y la ignorancia de quienes quedan al margen de la instrucción ofrecida en esos monasterios a cambio del peaje de abandonar a los antiguos dioses paganos -fundamentalmente los nórdicos- y aceptar los dogmas cristianos.

En definitiva, a través de la a veces cínica, pero casi siempre certera, visión de Uhtred, Bernard Cornwell describe con bastante exactitud, y de manera comprensible para el público actual, lo que fue aquella Inglaterra medieval que todavía no era, ni siquiera, Inglaterra.

No son sólo las astucias de una Iglesia que no está dispuesta a dejar que esa antigua provincia romana se le escape de las manos o aceptar una posición secundaria en el dominio espiritual (y también material) de la tierra de anglos, sajones, normandos…

“El portador de la llama” nos habla asimismo de importantes detalles históricos.  Como, por ejemplo, el modo en el que el ganado o la tierra son un valor supremo en una sociedad que depende estrechamente de ellos. O bien del uso de la violencia como un fin lógico en sí mismo y de su conversión en relatos heroicos.

Unos que, por cierto, Uhtred desmonta, una vez más, de manera cruel pero certera durante un largo y silencioso -para todos los demás- monólogo interior, revelando la realidad que hay tras esos cantos guerreros: nada más que miedo en estado puro y una dinámica continua de enfrentamientos para defender cosas tan básicas como la familia. O esas tierras y ganado de los que depende la más elemental subsistencia de quienes, muertos de miedo o creyendo participar en un acto glorioso, acuden a lo que, en realidad, después de todo, tan sólo es una carnicería. Como bien lo sabe Uhtred, que ha participado en muchas de ellas…

Sólo por pasajes así “El portador de la llama” es una obra que merece la pena ser leída.

Y es que gracias a esos elementos con los que se construye esta novela, vuelven a la vida antiguos libros de Historia (de los que es evidente ha bebido esta saga de Cornwell). Como la “Historia de los reyes de Britania” de Geoffrey de Monmouth o la “Gesta regum anglorum” de Guillermo de Malmesbury. Al que, precisamente, Monmouth encomienda seguir escribiendo donde su obra sobre los reyes de Britania acaba.

Unas obras capitales para comprender la Gran Bretaña actual, que, de otro modo, de no ser por esta saga de Cornwell, sólo serían conocidas por los especialistas en la época o, en el mejor de los casos, por los historiadores con un amplio campo de acción cronológico.

Todo ello en conjunto, y en definitiva, habla en favor tanto de la habilidad de Bernard Cornwell para escribir buena novela histórica -al menos mientras no tenga que ver con España- como de “El portador de la llama”, que es, desde luego, una muy recomendable lectura por todas estas razones.

Acerca de Carlos Rilova Jericó

Licenciado en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid. Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Administrador del weblog de "La novela antihistórica", creada como página de crítica independiente en el año 2010 para ayudar a mejorar el criterio de selección de obras de gran difusión comercial entre el público y redactor de la reseña mensual de acceso libre publicada en esa página cada día 20 de cada mes. Director del banco de imágenes y centro de investigación histórica "La colección Reding". Profesional de la investigación histórica y cultural para diversas empresas y organismos públicos desde el año 1996.
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5 respuestas a Una saga británica: “El portador de la llama” de Bernard Cornwell

  1. alkibla dijo:

    Caramba, que interesante libro, como me gustaria que algunos de los excelsos escritores de novela historica patrios se atrevieran con las tesis de Ignacio Olagüe y nos narraran algo diferente (y mas creible) sobre nuestro paso de la edad antigua a la edad media, y que miren mas en la direccion de Castro que en la de Menendez Pidal.A ver si con eso se remueve en su tumba nuestra mediatica momia y se sale sola.

  2. Juan Sánchez dijo:

    Hay bastante publicado sobre el negacionismo histórico desde autor, bien refutado por historiadores rigurosos .

    • Estimado Juan: publicado queda su comentario, aunque, la verdad, parece que casa bastante mal con el tema de la reseña. Un saludo.

      • Juan Sánchez dijo:

        Hola. Disculpe usted, mi respuesta fue, era, pues marqué en responder en la marca del anterior comentario, sobre la referencia a Olagüe y su tesis del negacionismo de la conquista de Al-Andalus. Debiendo aparecer en respuesta a esa opinión. No era a su reseña. Un saludo.

      • Estimado Juan: ahora ha quedado más claro su comentario. Gracias y un saludo-

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