Una vez más vuelve a las páginas de “La novela antihistórica” Alfonso Mateo-Sagasta. Y lo hace con la segunda de sus obras publicadas con el sello “Reino de Cordelia”.
La novela, en concreto, se titula “Mala Hoja” y es, quizás, una de las más decantadas novelas históricas que se han escrito en el actual panorama literario español. Vuelve en ella Alfonso Mateo-Sagasta a esa maestría que ya había demostrado, por ejemplo, con “Ladrones de tinta” y sus dos secuelas: “El gabinete de las maravillas” y “El reino de los hombres sin amor”.
Es decir, una vez más, Alfonso Mateo-Sagasta vuelve a entresacar de la Historia de España piezas bien conocidas por los especialistas, pero desconocidas para ese gran público que, por suerte o por desgracia, en ese país sólo se acerca a la Historia (propia y ajena) por medio de las novelas históricas.
No cabe duda de que, una vez más, ese público se va a llevar una sorpresa con “Mala Hoja”.
En efecto, con el buen oficio de historiador y novelista que caracteriza a las producciones de Alfonso Mateo-Sagasta, “Mala Hoja” pone a disposición de ese público una serie de piezas que faltan (y hacen falta) en el imaginario histórico español.
Para los especialistas -o para quienes los leen- ya era algo sabido, desde hace años, que los españoles habían sido una nación de esclavistas, de traficantes de seres humanos, a los que, precisamente, se llamaba “piezas” en esa contabilidad comercial tan siniestra. Sí, España estuvo involucrada en el famoso comercio triangular que iba desde las fortalezas de traficantes asentadas en la Costa Oeste de África central hacia las plantaciones americanas. Y, de allí, de vuelta a Europa para llevar los productos coloniales que habían sido elaborados con esa fuerza de trabajo esclava adquirida en África.
Para los especialistas -o para su relativamente escaso público- ya era algo sabido, también, que España, más allá de la más manida conquista de América en el siglo XVI, había sido una potencia imperialista hasta bien entrado el siglo XX. Allí donde había podido. Especialmente en África a lo largo del siglo XIX. Desde el Magreb hasta la zona ecuatorial. Sin excluir eso la aplicación de este modelo también en Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Para quienes se han acercado a la Historia de España sólo a través de la novela histórica o productos similares, sin embargo, todas esas cuestiones eran desconocidas o lindaban con el terreno del rumor, del Mito, de la Leyenda…
Un error del que se sale, rápidamente, leyendo la breve, pero densa, novela de Alfonso Mateo-Sagasta.
Así es. “Mala Hoja” se sumerge, hasta lo más profundo, en un mundo tan desconocido para los no especialistas como la Cuba colonial inmediatamente posterior a los procesos de independencia del resto del imperio español, en torno al año 1820-1830.
Y el resultado es sorprendente. Ante los ojos de los lectores de “Mala Hoja”, surge una sociedad española (la del año 1874) que se parece, extraordinariamente, a la que, a través del Cine anglosajón, sólo se identifica con Gran Bretaña o con Estados Unidos.
En efecto, los protagonistas de “Mala Hoja” son dos hacendados españoles que viven en esa Cuba colonial. Uno de ellos, don Pascual, es plantador de tabaco. El otro, don Julio, ha invertido prácticamente en todos los negocios que se pueden dar en Cuba. Desde la fabricación de azúcar y ron, hasta las Obras Públicas, pasando, por supuesto, por todas las formas de la trata de esclavos. Desde procedimientos de dudosa legalidad como el alquiler de tullidos o supuestos esclavos liberados, hasta la más cruda trata de negros africanos (los llamados bozales). Adquiridos con barcos de su propiedad -en los que él mismo viaja a bordo en ocasiones- y comprados en la costa africana en factorías como la de Elmina. O en las dirigidas por españoles como Pedro Blanco: la (in)famosa Lomboko. Destruida en el año 1841, cuando Gran Bretaña decide acabar con la trata, pero hasta entonces funcionando a pleno rendimiento y parte integral de esa Historia, totalmente verídica, de España que, sin embargo, ese gran público -que lee sólo novelas históricas- ignora.
Así, con esos fundamentos, “Mala Hoja” nos devuelve a todos, especialistas o lectores exclusivos de novela histórica, una pieza perdida de la Historia de España. Y lo hace con verdadera fuerza. Con muchísima más intensidad de lo que lo habían hecho previamente otros productos similares. Como es el caso de dos sorprendentes casos del cine anglosajón: “Mandingo” y “Amistad”.
Dos películas que, en diferentes épocas, habían mostrado para el gran público cómo la España de principios y mediados del siglo XIX, estaba profundamente inmersa en la trata de esclavos y dependía de ella para la buena marcha de sus negocios en colonias como Cuba y Puerto Rico. Unas sociedades que poco, o nada, se diferenciaban de la Georgia o la Alabama de antes de la Guerra de Secesión. Por sólo citar dos casos.
A través de ese oscuro pasaje histórico, “Mala Hoja” nos describe también los debates que se dan en la sociedad española de esa época sobre la cuestión de la esclavitud. Mostrando a aquella sociedad como lo que era más allá de la espesa mitografía que, tras la caída del imperio colonial americano (excepto las Antillas), ha convertido a España en un absurdo histórico del que se ha llegado a borrar -por sorprendente que parezca- hasta el recuerdo de que los españoles fueron, a lo largo del siglo XIX, la misma clase de salvajes altamente civilizados que pudieron ser otros occidentales. Como los plantadores de Carolina del Sur o de Virginia.
Así descubrimos, gracias a “Mala Hoja”, los escritos de Gertrudis Gómez de Avellaneda. La equivalente española a Harriet Beecher Stowe, que once años antes de que se escriba la famosa “La cabaña del tío Tom”, hizo con su novela “Sab” un alegato mucho más sólidamente literario y maduro contra la esclavitud.
“Mala Hoja” abunda en grandes sorpresas de ese calibre. Unas más agradables que otras, pero, en conjunto, es una novela histórica de gran mérito.
Más aún en un panorama como el de la novela histórica española, que parece empeñada (salvo notables excepciones como ésta) en, primero, infantilizar la Historia de España que puede consumir un gran público y después en ocultar muchas piezas de ese pasado que hacen incomprensible el presente de España, al escamotear las bases reales que han forjado a la sociedad española actual.
Una que, por suerte o por desgracia, en nada o muy poco difiere de lo que podemos ver en las grandes producciones anglosajonas que, por exceso, han hecho creer que el Imperialismo, el esclavismo… son cosas propias de “sahibs” británicos (o franceses en el mejor de los casos) y que España ha sido poco más que una pobre víctima inocente de esos procesos.
O un país menesteroso que nada ha tenido que ver con oscuros asuntos como la trata de esclavos o el despliegue de fuerzas de castigo colonial. Como, por ejemplo, la bien descrita por Alfonso Mateo-Sagasta en “Mala Hoja”. Formada por vascos veteranos de las guerras carlistas que nada tienen que envidiar a los escuadrones de casacas rojas de novelas y películas como “Las cuatro plumas” o “Zulú”, dedicados a enseñar “civilización” europea a razas supuestamente inferiores. Caso de los derviches sudaneses, los zulús o…, si a eso vamos, los criollos mambises que combaten a los colonos españoles en las fechas en las que se desarrolla “Mala Hoja”.
Así, con esas piezas históricas reales y sólidas, Alfonso Mateo-Sagasta nos devuelve una densa Historia de España. Tanto como el humo de los cigarros que don Pascual y don Julio se fuman, mientras hablan y reconstruyen sus historias personales -que es la Historia del Imperialismo español decimonónico- hasta el sorprendente final, donde “Mala Hoja” confluye ya con la novela de misterio -o policíaca- de la estirpe de Conan Doyle o Wilkie Collins…
Buenos días:
Hace unas semanas tuve la fortuna de leer el libro que comenta y no puedo estar más de acuerdo con lo que dice. Una pieza bien interesante, por el caso que presenta el autor y por cómo lo resuelve. Buena, breve pero intensa, novela.
Estimado Jesús: celebro que coincida con la reseña. ¡Eso indicaría que la novela es tan buena como parece! Un saludo
Interesante, no hay muchas novelas sobre el imperio colonial español en el siglo XIX, en efecto. La mayoría del género prefiere mantenerse en los siglos XVI y XVII (Siglo de Oro) y alguno que otro se atreve con el XVIII (pero no muchos); muy pocos optan por el dominio colonial español más próximo en el tiempo, el de la Edad Contemporánea, y así es difícil encontrar (novelas y ensayos) sobre la Guinea española o las Filipinas del siglo XIX, queda uno al albur de lo que publiquen las revistas especializadas o buscar profusamente por las librerías a ver si se topa con algo. Viene bien que cada vez más autores se atrevan con esta época.
Un saludo.
Estimado Antígono: así es. Una razón más para recibir con los brazos abiertos «Mala Hoja». Un saludo cordial.
Gracias a usted estoy sobreaviso de la última de un autor que me encanta.
Gracias.
Estimado Sísifo: ¡no hay de qué! Ánimo con ella.