“Victus” de Albert Sánchez Pìñol. Una instructiva exageración

Vamos a comenzar esta reseña hablando de todo lo malo que hay en “Victus”. Aunque suene abrupto y, más que seguramente, sospechosamente opinable para los cerca de 200.000 lectores que, a lo largo de un año de éxito incansable, se han entusiasmado con ese libro elegido como tema para esta nueva edición de “La novela antihistórica”.

Es cierto que “Victus” es una novela magnética -de esas que no se pueden dejar de leer, a pesar de sus más de 600 páginas-, que derrocha una simpatía que, se esté de acuerdo o no con el posicionamiento político-histórico del autor, es difícil negar. Es cierto, en definitiva, que tiene virtudes, de las que hablaremos después, que no se le pueden tampoco negar de ningún modo. Pero también es cierto que en “Victus” hay muchos elementos muy discutibles que impiden hacer una reseña que se limite a tirar flores ante el paso del carro triunfal de Albert Sánchez Piñol, que lleva, como decía, más de un año sin detenerse, como lo atestigua su volumen de ventas. Uno que habrá puesto lívido a más de un competidor de La Campana, la casa barcelonesa que ha editado esta novela que nos presenta como histórica. Concretamente en la contraportada del libro.

En efecto, por empezar por algún lado, Albert Sánchez Piñol ha declarado incluso en medios muy conservadores -por ejemplo en las publicaciones digitales de Intereconomía, cadena representante de eso que llaman el “TDT party”- que con “Victus” no pretendía escribir un panfleto nacionalista, que, de hecho, algunos nacionalistas se han molestado -bastante al parecer- por las libertades que se toma con personajes poco menos que sacrosantos de la Historia nacionalista -que no nacional- catalana. Caso, por ejemplo, de Rafael Casanova, uno de los líderes de la Generalitat que se enfrenta hasta el último momento a las tropas borbónicas que asedian el también último reducto de la causa austracista en España. Es decir, la ciudad de Barcelona, en el año 1714.

Ciertamente hay elementos en las páginas de “Victus” que avalan esas palabras de Sánchez Piñol. Por ejemplo se pondera en ellas a figuras como el comandante en jefe de las tropas que resisten el asedio, largo asedio, que concluye en 11 de septiembre de 1714. Es decir, el general Antonio de Villaroel, que, como su propio nombre indica, nada tiene de catalán, siendo un castellano, de hecho, que, por azares que Sánchez Piñol no termina de explicar correctamente, acaba abandonando la causa borbónica, pasándose al servicio de la Generalitat catalana. La misma que decide resistir hasta el final el cambio de dinastía en Madrid. Algo que, evidentemente, no puede sentar muy bien en determinados ambientes del Nacionalismo catalán. O que es fácil hacer creer que distancia a  “Victus” de esa ortodoxia nacionalista.

Cierto también que Sánchez Piñol clama contra la debilidad con la que las élites catalanas, dueñas de la Generalitat en 1714, llevaron adelante la guerra contra la dinastía borbónica. Algo que también podría llevar a pensar que lo que nos cuenta el autor en “Victus” no tiene la menor sombra de panfleto nacionalista. Esa de la que, como decía, ha procurado, o han procurado, ponerle bien lejos en entrevistas, reseñas, etc… como la concedida a Intereconomía o en otros medios como la revista de critica literaria “Qué leer”.

Y sin embargo… sin embargo el historiador que lee “Victus” y se plantea reseñarla para beneficio público, como ocurre hoy en esta nueva edición de “La novela antihistórica”, tiene muchas dudas sobre la verdadera calidad de lo que cuenta Sánchez Piñol en esas compactas 600 páginas. Tanto por lo que se refiere a su carácter panfletario como a otros detalles.

En efecto, a cada paso aparecen en “Victus” cosas que chocan contra los hechos conocidos de aquel episodio histórico.

Así resulta que el narrador elegido por Sánchez Piñol, una versión totalmente apócrifa de uno de los oficiales que defienden Barcelona a ultranza, Martín Zubiria y Olano -reconvertido por el autor de “Victus” en Martí Zuviría-, nos habla de cosas tan curiosas como que Cataluña es un reino que ha pactado una unión dinástica con Castilla de la que ha salido escaldado, acabando, como se ve durante la novela, enfrascado en una larga guerra que culmina con el asedio de Barcelona.

Desde un punto de vista ajeno al gran nacionalismo catalán -el que pretende absorber a Baleares, País Valenciano, etc…- esa afirmación es absolutamente incomprensible. Más aún en un personaje del siglo XVIII, como se supone lo es el narrador de «Victus».

En efecto, Cataluña es tan sólo el principado de la Corona de Aragón, más o menos como Asturias lo es de la de Castilla o País de Gales de la de Gran Bretaña, corona -la de Aragón- que en el discurso que Sánchez Piñol pone en boca de Martí Zuviría se convierte en un simple “reino aliado” y no en la cabeza que decidirá la unión con Castilla a finales del siglo XV, de la que tanto, y tan largamente, se queja el tragicómico Martí Zuviría elucubrado por Albert Sánchez Piñol para justificar la guerra a ultranza culminada en el asedio de Barcelona en 1714.

También resulta inverosímil desde un punto de vista ajeno al Nacionalismo catalán asumir explicaciones sobre la Guerra de Sucesión como la que elabora durante varias páginas Martí Zuviria.

Según “el bueno de Zuvi” -así se autodenomina el personaje varias veces, cuando no lo hace como “Zuvi piernaslargas”- la lucha en la Península que llamamos “Guerra de Sucesión española” se reduce a que Castilla, que él describe como el fragmento central de esa Península -dividida, muy simplemente, en Portugal, Castilla en sí misma y Cataluña-, es una tierra yerma y seca, llena de hidalgos muertos de hambre pero con un sentido del honor hipertrofiado que les lleva a batirse por un simple pisotón y que sólo saben gobernar por medio de la fuerza de las armas y la tiranía antiparlamentaria, carentes del buen hacer comercial, artístico, industrial… de los catalanes…

Un discurso que suena, sospechosamente, al que pueda sostener cualquier nacionalista profundamente ensimismado en su amor por su patria y lleva, necesariamente, a plantear al lector pasado, presente o futuro de “Victus” alguna que otra advertencia sobre la calidad de lo que está leyendo en esas páginas.

Más que nada porque esa Castilla que describe Sánchez Piñol por boca de “Zuvi piernaslargas” está muy lejos de ser real en términos históricos del año 1714.

En efecto, al menos cuatro territorios de ella con fueros similares, o mayores que los que dicen defender los catalanes de esa época, no dudan en cerrar filas, desde un primer momento, con la dinastía borbónica, acatando el testamento de Carlos II.

Se trata de Navarra, y las tres provincias vascas, a las que se les respetarán todos esos ordenamientos tan similares a las Constituciones y Libertades catalanas que dice defender esa incomparable Cataluña, compendio de todas las virtudes políticas y económicas según la descripción que nos hace de ella “el bueno de Zuvi”.

“A més a més”, como se dice, precisamente, en Cataluña, como ya demostró, por ejemplo, un colega y seguramente maestro de Sánchez Piñol -el antropólogo Julio Caro Baroja- en estudios como “La hora navarra del siglo XVIII”, de esos navarros antiaustracistas y proborbónicos -que “Victus” despacha como “palurdos navarros”- se pueden decir los mismos -o más- elogios de los que “Zuvi piernaslargas” derrocha hablando de la ejemplar Cataluña que, según él, resiste la barbarie castellana alentada por la nueva dinastía borbónica.

Todo lo cual deja, como es lógico, muy maltrecha la calidad de lo que Sánchez Piñol nos cuenta en “Victus”.

Dudosas circunstancias que se reflejan en muchos otros aspectos de la novela. Como por ejemplo el comportamiento del personaje principal en determinados momentos. Uno que es otra vez completamente apócrifo, a pesar de que, sin duda, buena parte del magnetismo de la novela viene de ese carácter picaresco, desenfadado y descarado de ese Martí Zuviría que sólo existe como personaje histórico en la pluma de Sánchez Piñol y está destilado -es evidente-, porque así lo quiere el autor de “Victus”, de la novela picaresca que va desde el “Simplicius Simplicissimus” de Von Grimmelshausen, hasta el “Tom Jones” de Henry Fielding.

Resulta así muy inverosímil que un alto oficial educado por Vauban, como es el caso de “el bueno de Zuvi”, se comporte como un rufián de la peor especie, perdiendo los estribos, y la dignidad, en cuanto se le presenta ocasión para ello y haciendo gala de una cobardía que literariamente queda muy bien, convirtiéndolo en una especie de bravo soldado Schweik redivivo, pero que carece de la más mínima base en un oficial combatiente en la Guerra de Sucesión y en todas las demás que Sánchez Piñol le endosa más allá de la hoja de servicios conocida del verdadero Martín Zubiria y Olano -consultable en páginas tan documentadas, y poco sospechosas de anticatalanismo, como http://www.11setembre1714.org/Biografies/Zuviria-Marti-frame.html– aprovechando que la fecha de la muerte de éste es desconocida y el autor de “Victus” puede prolongarla hasta finales del siglo XVIII.

Inverosimilitud que se manifiesta también, por ejemplo, en su descarada exhibición de unas bastante improbables relaciones íntimas con el mariscal duque de Berwick, otro de los protagonistas de “Victus”. Algo que, de haber sucedido, hubiera transcurrido de manera mucho más discreta de la que narra “el bueno de Zuvi”, teniendo en cuenta que Luis XIV -presencia recurrente en la novela como es lógico- odiaba cordialmente tal clase de comportamiento.

Tolerándola apenas en su propio hermano “Monsieur” por pura piedad filial, es de imaginar que, de haber tenido noticia de tales veleidades en su comandante en jefe en la Península -y seguramente habría habido más de un informante dispuesto a dar cuenta de ellas-, hubiera acabado con el verdadero duque de Berwick condenado, como mínimo, al ostracismo, haciendo así inverosímil uno de los ejes principales de “Victus”, que gira precisamente en torno a las tormentosas -por no decir sadomasoquistas- relaciones entre el falso Martí Zuviria creado para esa novela y el también bastante poco verosímil mariscal duque de Berwick reflejado por Sánchez Piñol. Uno que teme cervalmente la ira de Luis XIV, pero al mismo tiempo no hace nada por evitar que se le conozca un comportamiento del que, insisto, el rey Sol abominaba.

Los errores de Sánchez Piñol en torno a ese personaje principal de la novela no se limitan a ese detalle verdaderamente importante. Así, por ejemplo, el apócrifo Martí Zuviría de la novela achaca a Berwick un desafecto por sus hijos que sólo puede provenir del hecho de que se los han “fabricado” por medio de un hombre destinado a esas misiones a las que, siempre según Sánchez Pìñol, el mariscal duque -al que quizás confunde a ese respecto con su padre, Jacobo II- no parecía muy inclinado. Algo que se desmentiría con sólo leer la correspondencia -publicada hace tiempo- sostenida por Berwick con uno de esos vástagos -incorporado por matrimonio al linaje de los duques de Alba- durante la Guerra de la Cuádruple Alianza del año 1719, en la que lucharán en bandos distintos. El padre en contra de su antiguo amo durante la Guerra de Sucesión, Felipe V, y el hijo a favor de éste.

Tampoco parece muy acertado, por las mismas razones, que “Victus” refleje a ese personaje como un comandante militar sanguinario y refinadamente cruel y brutal, señalando que su idea de asediar una ciudad es asaltarla frontalmente y no por medio de las habilidades de un ingeniero militar. Una vez más durante la guerra de la Cuádruple Alianza de 1719, consecuencia directa de la de Sucesión, Berwick demostrará que para asaltar fortalezas abaluartadas como Fuenterrabía y San Sebastián, usará todos los métodos que Sánchez Piñol atribuye al mariscal Vauban, supuesto mentor de “Zuvi piernaslargas”, tomándose el tiempo necesario para abrir brecha en esas murallas y poder asaltarlas con alguna posibilidad de éxito. Constando también, por otra parte, que el mariscal real, no el imaginado en “Victus”, incluso pagó de su bolsillo algunos desperfectos causados por el segundo de esos asedios.

Tampoco resulta muy acertada la visión que da Sánchez Piñol de las tropas combatientes en la Guerra de Sucesión. Así, por ejemplo, comete el error, bastante habitual, de considerar a las milicias cívicas como tropas de baja calidad, quizás para ponderar mejor de ese modo la defensa de Barcelona en 1714. Esa supuesta falta de pericia militar en esas tropas es algo completamente incierto si consideramos, por ejemplo, un episodio ocurrido durante la Guerra de Sucesión en una de las plazas fronterizas borbónicas, la de Fuenterrabía. Entre el 7 y el 8 de noviembre de 1709 un altercado con las tropas auxiliares francesas acantonadas allí, acaba con un despliegue de la milicia local que cubre bajo la boca de sus mosquetes la evacuación de esta fortaleza por parte de esas tropas indeseadas hasta que llega el relevo de las mismas. La documentación al respecto no deja lugar a dudas. El despliegue de esa milicia cívica será tan exacto, tan potencialmente letal, calle a calle de la ciudad, que las tropas auxiliares francesas no pueden plantearse siquiera un amago de protesta contra esa evacuación casi forzosa de la ciudad por expreso deseo del cabildo municipal.

Por la misma razón Sánchez Piñol se equivoca al hacer decir a “el bueno de Zuvi” que 6000 hombres son pocos para defender Barcelona en 1714. Uno de los fundamentos de la poliorcética de la que tanto se habla en la primera parte de “Victus” dejaba asentado que fuerzas muy inferiores podían, bien atrincheradas tras posiciones abaluartadas, infligir una severa derrota a efectivos mucho mayores.

De hecho, el asedio a plazas como Barcelona siempre se hacía sobre el cálculo de fuertes pérdidas por parte de las tropas sitiadoras. De ahí una discrepancia entre el número de sitiadores y sitiados -6000 frente a 40.000- que, sin los adecuados conocimientos históricos, puede parecer desproporcionada.

Dicho todo esto cabría preguntarse que hay, entonces, de bueno en “Victus”. Son fundamentalmente dos elementos.

El primero de ellos es la buena calidad literaria del apócrifo “Zuvi piernaslargas” que narra a una paciente copista, Waltraud Spöring, su vida desde la Guerra de Sucesión hasta el final del siglo XVIII. Una abrupta conversación en la que “el bueno de Zuvi” hace repaso de su vida convertido en un cínico viejales que se dedica a zaherir a su copista, recordándole, siempre que puede, lo fea y gorda que es.

Ahí Sánchez Piñol logra un acabado -además de divertido- personaje literario que se imbrica en la verdad de la época que narra, destilado de memorias como las de ese Giacomo Casanova al que ese apócrifo personaje parece deber muchas de sus características, o de la de muchos de aquellos descritos en el lenguaje militar de la época como “capitanes aventureros”. Es decir, al servicio de múltiples, diferentes y, muchas veces antagónicos, ejércitos.

El Martí Zuviria de “Victus” se aproxima en ese punto mucho más al que pudo ser el verdadero Martín Zubiria y Olano, describiéndose como un ingeniero militar al servicio de Austria pero también al del Congreso de los recién fundados Estados Unidos de Norteamérica -entonces Provincias Unidas de Norteamérica-, poniéndose a sueldo del propio George Washington y asimismo al de otras potencias. Algunas de ellas tan exóticas -pero propias de ese siglo XVIII que Martí Zuviría consume hasta su final- como algún reyezuelo maorí con el que los recuerdos del personaje de Sánchez Piñol evocan, acertadamente, la sistemática exploración del Pacífico en ese Siglo de las Luces protagonizada por figuras como el francés De Bougainville -él mismo militar francés antes de ser explorador- o el capitán Cook.

Ahí el personaje creado por Sánchez Piñol madura y se hace verosímil sin necesidad de abandonar su descacharrante desenfado y, por tanto, los lectores de “Victus” saldrán de ese punto de la novela con una interesante información a la que también pueden añadir algunos valiosos conocimientos sobre cómo se desarrollan las guerras de la Edad Moderna, que forjaron la Europa actual por medio de asedios y operaciones de ingeniería militar como los que describe con bastante exhaustividad Martí Zuviría.

La otra gran virtud de “Victus” es que es una novela que, precisamente gracias a los errores de los que se ha hablado, es fundamental para entender el momento histórico que se vive en la España de finales de 2013. Especialmente por lo que se refiere a la posible secesión de Cataluña.

De hecho, aunque parezca exagerado a estas alturas del calendario, “Victus” tiene madera de documento histórico, de fuente a través de la cual comprender qué es lo que querían los catalanes independentistas de comienzos del siglo XXI, cómo interpretaban una Historia de más de 300 años para encontrar justificaciones que justificarán -valga la redundancia- sus demandas contra el gobierno central de Madrid.

Algo que convierte a “Victus”, ciertamente, en una lectura imprescindible para muchos lectores. Puede que incluso el doble, o el triple, de los que ya la han leído en este último año. Tanto dentro como fuera de las fronteras de esa España cuya ruptura trata de justificar “Victus”, por más que su autor haya querido distanciarse del adjetivo y del sustantivo “panfleto nacionalista” y embozar tras una multitud de exageraciones e hipérboles inverosímiles un discurso que, se mire como se mire, sostiene, bien en alto, una interpretación de la Historia que sólo se comprende, y se puede admitir, desde el punto de vista del Nacionalismo catalán.

Acerca de Carlos Rilova Jericó

Licenciado en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid. Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Administrador del weblog de "La novela antihistórica", creada como página de crítica independiente en el año 2010 para ayudar a mejorar el criterio de selección de obras de gran difusión comercial entre el público y redactor de la reseña mensual de acceso libre publicada en esa página cada día 20 de cada mes. Director del banco de imágenes y centro de investigación histórica "La colección Reding". Profesional de la investigación histórica y cultural para diversas empresas y organismos públicos desde el año 1996.
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80 respuestas a “Victus” de Albert Sánchez Pìñol. Una instructiva exageración

  1. Antígono dijo:

    Ya he visto la novela en las librerías y centros comerciales en primera fila, además trata un tema polémico y candente en la España actual (quién lo diría a estas alturas). Pero es una lástima que se quede no sólo en una especie de visión catalanista del tema, si no también corta. Porque por lo que he leído en resúmenes y en esta reseña, se centra exclusivamente en Cataluña y Barcelona, y no en la Guerra de Sucesión Española que sí que daría para unos cuantos libros, esa especie de «guerra mundial» (en Europa y América) de todos contra los Borbones, y que pondría a la Francia de Luis XIV entre la espada y la pared, a pesar de que al final el monarca francés ganase (eso sí a un alto precio, sobre todo para Francia).
    Una lástima (repito) porque el tema de las luchas de la sucesión a la Corona de España dan mucho de sí (no sólo batallas también intrigas políticas por el trono), y que marcarían el inicio del siglo XVIII, un siglo bastante bélico (después de la española hubo otras dos o tres guerras de sucesión en otros tantos reinos, aparte de conflictos como la Guerra de los Siete Años, etc…).

    • Estimado Antígono: pues sí, el tema da para mucho más y, desde luego, bajo otros enfoques más próximos a aquella realidad que a las reivindicaciones actuales.
      En su día se publicó por Espasa-Calpe una larga serie de novelas firmadas por Alfonso Danvila. Están un poco mohosas ya en cuestión de estilo y etc…
      Más actual tenemos una novela de José Calvo Poyato que ya tiene unos diez años. No está, ni mucho menos, a la altura de «Sangre en la calle del Turco», pero es lo que hay. Es decir, el problema de siempre, ese encanijamiento mental que preside gran parte de lo que se publica en este país bajo la etiqueta de «novela histórica» que, las más de las veces, da vergüenza enseñar en el extranjero por su garbancerismo y ranciedad, cuando no por otras razones como, por poner un ejemplo, ser libros de encargo político. ¡Y no miro a nadie! (xd, xd)!.
      Felices Fiestas, gracias por el comentario como siempre y hasta la próxima.

  2. No es una mala novela. Lástima que esté tan politizada. Pero politizada en el sentido contemporáneo no en el histórico.

    • Estimado Danny Q. Stewart: puede que no sea una mala novela en algunos aspectos, pero cuando a algo le falta «verdad»… suele devaluarse bastante. Y en el caso de «Victus» está claro que han primado intereses de cantidad sobre los de calidad en gran parte del libro. Nada raro, por otra parte, en el panorama literario español.
      Gracias por su comentario y un saludo.

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  4. Sísifo dijo:

    Ante todo, Feliz Navidad.

    Mientras leía su descripción de la novela se abría paso la idea de que la ventas podían proceder de ser una novela subvencionada y, seguramente, muy promocionada. Bien diseñada para que, a primera vista, no lo parezca pero con «ayuditas» de una editorial favorable al poder local y «morcillas» ideológicas. Es la novela del tercer centenario, con el cultivado desprecio hacia la desconocida Corona de Castilla y los verdaderos reinos que componían la Corona de Aragón.

    Sabe el autor, y los patrocinadores, que mucha gente leerá la obra de ficción y pensará que así ocurrieron las cosas y que existió la corona CATALANO-aragonesa, grotesca aberración histórica que repiten mucho por esos lares.

    Parecería que ese papel de escribir el pasado para ganar el futuro lo ejecuta en euskadi Toti pero eso es otro charco.

    En su día leí la novela de Poyato de la cual recuerdo una ambientación alejada de la política actual y unos personajes más ajustados a su realidad. No es algo tan raro vaciar un personaje histórico, de mayor o menor enjundia, para rellenarlo con el presente (¿Por qué catalaniza su nombre?). Ni siquiera es trasladar la ideología al pasado para justificar el asalto al futuro. Lo grave es no darse cuenta y no cantarle las verdades del barquero al autor. Volcar la ideología destruye la novela histórica y la transforma en panfleto, y al autor en propangandista.

    Pero es que en esta España de odios y asnales orejeras la novela partidista podría constituirse en un género atemporal.

    • Estimado Sísifo: eso, ante todo Feliz Navidad y aún más Feliz Año Nuevo 2014.
      Veamos, creo que en la reseña sí se cantan las verdades del barquero al autor, como vd. dice. Sin llegar a meterse en charcos, como también vd. los llama, se deja claro que la novela pica lejos de la Historia -diga lo que diga su editor. Tendrá que ir pensando en autores mejor informados- y, por el contrario, muy cerca de los «gritos de rigor» catalanistas. Sólo hay un par de cosas salvables de la novela. El resto se deja meridianamente claro en la reseña que es un anacronismo puro y duro. El que quiera sacar conclusiones ahí tiene los datos.
      Resume la novela Castilla en un secarral antiparlamentario. A eso se les responde que del lado borbónico luchan feroces milicias vascas y navarras que tienen en mucho sus instituciones representativas, sus constituciones y libertades. Se inventa en la novela una inverosímil relación entre el inverosímil protagonista y el aún más inverosímil duque de Berwick. Otra vez con datos históricos en la mano, se le responde que eso es imposible. O casi. Comete la novela el error de desvalorizar las milicias cívicas de la época. Se le pone como ejemplo de lo contrario la reacción furibunda y militarmente eficaz de las milicias guipuzcoanas en 1709…
      Y así sucesivamente. Lo que hace falta es que esta reseña de «La novela antihistórica» llegue lo más lejos posible. Si no tirios y troyanos harán lo que les de la gana con la preceptiva recomendación, subvención, etc…
      Aquí, más por desfacer el entuerto, no se puede hacer.
      Un saludo cordial y navideño.

    • Sísifo dijo:

      Don Carlos, no quería decir que usted no las cante sino que en los medios de masas, intereconomia cita usted, no se molestan en hacerlo. Y ese es el problema ante las novelas de este tipo: la indefensión del lector más o menos cultivado.

      Un saludo y que tenga una buena entrada de año.

      • Estimado Sísifo: aclarado queda. Pues sí, así es. Realmente difícil de asumir esa falta de criterio en medios que, se supone, blasonan de amar tanto a España y a su Historia. Lamentablemente parece ser que la gente se ha acostumbrado a lo largo del último siglo a identificar piojos, miseria, derrotas militares, económicas, etc., etc… con la «verdadera» Historia de España. Y todo lo que se salga de ese absurdo -y ahistórico- guión no tiene cabida en televisiones, radios, periódicos, etc., etc… desplazado por toda una serie de abruptas tergiversaciones con fines a veces divergentes, pero de acuerdo en un elemento común: «anormalizar» la Historia de este país. Ya sea para ganar adeptos a la secesión de algún pedazo del mismo ya sea para vaya vd. a saber qué.
        Esperemos que el año nuevo, que igualmente le deseo muy feliz, nos traiga más sentido común.

  5. Bastante de acuerdo con la reseña. Sinceramente, la novela tendrá sus méritos, pero se aleja muy mucho de la imparcialidad histórica, diga el autor lo que diga.

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  7. Joaquim Verde i Llorente dijo:

    El Principat de Catalunya en la Corona d’Aragó igual al Principat d’Astúries en la Corona de Castella? Ha, ha i ha. I tu ets historiador?

    • Estimado Joaquin: espero, en primer lugar que no le importe que le responda en castellano para beneficio de todos los que no saben leer, por lo menos, su lengua. Le supongo capaz de leer esta respuesta ya que también parece haber sido capaz de leer la reseña a la que alude en su comentario, aunque no con demasiado acierto ni exactitud.
      Le pediría, en efecto, una lectura un poco más atenta de lo que dejé publicado este 20 de diciembre. Por lo que deduzco de su breve y rabioso mensaje vd. ha creído leer que yo decía que el principado de Cataluña era para la Corona de Aragón lo mismo que el principado de Asturias para la Corona de Castilla. En realidad decía, y cito, que «Cataluña es tan sólo el principado de la Corona de Aragón, más o menos como Asturias lo es de la de Castilla o País de Gales de la de Gran Bretaña». Supongo que se dará cuenta de que «más o menos» no es lo mismo que ese «igual» que vd. ponía en mi boca en su mensaje, faltando, sólo para empezar, a la exactitud de lo que yo decía, como se ve por mi autocita.
      En todo caso, ¿qué es lo que no es correcto históricamente hablando en esa frase?. ¿Acaso Cataluña no aparece en los documentos como principado agregado a una Corona, la de Aragón, en un status similar al que van a alcanzar con el tiempo Asturias y País de Gales?. El hecho de que el heredero de la Corona aragonesa se titulase exactamente «Príncipe de Gerona» y no de Cataluña en su totalidad no creo que desmerezca en nada lo que yo decía, pues Gerona, que se sepa, era, a efectos prácticos, parte de esa Cataluña que en la documentación histórica no pasa de ser un principado a su vez de la Corona aragonesa. Si trasladamos eso al caso de Asturias vendría a ser más o menos lo mismo que decir Príncipe de Llanes o de Gijón en lugar de Príncipe de Asturias. Es decir, algo que no supondría apenas diferencia alguna a la hora de considerar a Asturias como un principado parte de la Corona de Castilla, que es lo que yo venía decir con respecto al verdadero status jurídico y político de Cataluña según lo que refleja la documentación histórica disponible.
      Supongo que vd. partirá del error, muy extendido, de creer que existió algo llamado «Confederaçió-a veces corona- catalano-aragonesa».
      Tal cosa no existe históricamente hablando, es una construcción moderna, de un historiador de mediados del siglo XIX para ser exacto, ligado al protonacionalismo catalán, Antoni de Bofarull, y tiene tanto rigor histórico como hablar, por razones parecidas, de «Corona castellano-asturiana». Y así hemos llegado a un reconocimiento histórico exagerado del verdadero papel histórico de Cataluña por razones de índole política que, en absoluto, corresponde a lo que siempre fue un principado, llevado todo al ridículo extremo -perfectamente reflejado en «Victus»- de considerar a la Corona de Aragón como un «reino aliado» de Cataluña (¡¿?!).
      Que vd., como deja ver en su corto -en muchos sentidos- comentario, haya recibido una mala, de hecho, pésima, educación histórica, no le da derecho en ningún caso a venir aquí a reírse de nada -ríase vd. de los libros de Pseudohistoria, o de las antiguallas decimonónicas, con los y las que le han lavado el cerebro si quiere reírse de algo- ni a preguntar si yo me considero historiador o no. Algo que vd. evidentemente no es ni está, por todo lo que le acabo de decir, en condiciones de juzgar. En el caso de que una titulación académicamente contrastada -como es el caso de la que poseo- tuviera que ser juzgada por gentes que sólo tienen como armamento intelectual determinados dogmas políticos que confunden y quieren hacer confundir con verdadero conocimiento científico.

      • Ignacio Terrado Rourera dijo:

        Disculpe, pero no me parece correcto decir que con el tiempo Cataluña sería «más o menos» como Asturias. De lo que se está debatiendo es de cómo era en aquella época, no de lo que vendría después. Considero que, para un historiador, lo que importa es el derecho, los privilegios y libertades, muy diferentes entre catalanes y asturianos. ¿No se ha preguntado usted cómo es que, si eran lo mismo, los catalanes no tenían que ir a la guerra con los castellanos? ¿No se ha preguntado usted cómo era que no podían comerciar con las colonias? Por mucho que usted considere que esta era una característica de la Corona de Aragón (en este punto de su crítica estoy de acuerdo con usted) es de los catalanes, y solo de ellos, de quien Felipe V dijo que las decisiones de las cortes (de Cataluña, no de Aragón, que era un reino que formaba parte de la Corona de Aragón) habían dejado a los catalanes «más repúblicos que los ingleses», lo cual era como decir lo máximo en aquella época. Esas cortes, en efecto, incluían avances como el Tribunal de Contrafaccions, que daba curso a las reclamaciones contra las actuaciones de los oficiales reales y señoriales contrarias a las leyes. No me parece que eso fuera un principado más o menos como Asturias, ni mucho menos. Había motivos para que los catalanes quisieran defenderse. Y no me parece que decir esto sea ser nacionalista ni nada parecido.

      • Estimado Ignacio: me he preguntado esas cosas y muchas otras, pero el resultado es siempre el mismo. No puede considerarse la Guerra de Sucesión como una Guerra de Secesión. Hay magníficos libros de Historia, documentados hasta la extenuación, que desmontan su hipótesis que, por lo que leo, trata esencialmente de demostrar que, en realidad, lo que ocurre en 1714 es una lucha de catalanes contra españoles, tal y como pretende demostrar «Victus» con un simplismo que aterra.
        Le recomiendo ALBAREDA SALVADÓ, Joaquim: La Guerra de Sucesión en España (1700-1714).
        Por otra parte, si su argumentación es correcta, si los catalanes tenían unas leyes avanzadas e igualitarias, cuasi democráticas o más que democráticas, y esa era su razón para luchar contra España… otro tanto tenían que haber hecho los vascos y navarros (que Sánchez Piñol despacha, por si acaso, entre bambalinas como «palurdos navarros») que tenían otro tanto y más ordenado por sus Juntas y Diputaciones.
        En ese punto su argumentación se derrumba y soy yo el que le insta a hacerse preguntas al respecto.
        Por lo demás yo no juzgo si alguien es más o menos nacionalista según lo que escribe. Sólo si manipula la Historia en provecho de esas tesis, y eso me parece que está fuera de toda duda en «Victus» y su secuela.
        Que Asturias y Cataluña no fueran equivalentes en muchas coas -una situación habitual en el enrevesado mundo político de privilegios, que no de derechos universales, propio de la Europa anterior a 1789- no significa que Cataluña fuera un estado soberano y no un simple principado.
        Sé que duele leer cosas así por cuestión de convicciones políticas que se empeñan en ver a los catalanes de 1714 como independentisytas de 2014, pero, desde la Historia, decir lo contrario es como pretender decir que el conde-duque de Olivares va montado en una moto en lugar de en un caballo de batalla en aquel famoso cuadro ecuestre que le pintó Velázquez.
        Hasta ahí llega mi crítica a la serie de «Victus». No hay más, pero tampoco menos. La Historia no es un juguete, por más que muchos traten de hacer de ella eso, un juguete, que avale todas sus tesis, por descabelladas que sean.
        Un saludo.

      • Ignacio Terrado Rourera dijo:

        Para mí es evidente que no fue una guerra de Cataluña contra España, sino una guerra sobre cómo se tenían que gobernar los territorios. Por eso mismo digo que los catalanes partían de una situación de privilegios (libertades) que no me extraña que quisieran defender.

        Le doy las gracias por sus recomendaciones bibliográficas.

      • Estimado Ignacio: no hay de qué. Espero que las recomendaciones le ayuden a fijar mejor en sus coordenadas históricas reales esos acontecimientos. Un saludo.

    • emili dijo:

      Totalmente de acuerdo Joaquím Verde i LLorente: es la comparación más absurda viniendo de una persona que critica la falta de exactitud en el relato de Sánchez Piñol. Los condes de Barcelona, des de 1162 con Alfons els Cast hasta Martí l’Humà que murió sin descendencia, ocuparon el trono del Reino de Aragón, y por más que las Cortes fueron itinerantes, situaron la sede del reino en Barcelona y no en Zaragoza. Cuando un príncipe astur fue rey de Castilla? Absurda comparación y rectificar es de sabios.

      • Mire, Emili, lo que es realmente absurdo, y hasta ridículo, es catalanizar los nombres de reyes aragoneses como Martín el Humano y deducir que porque tenían su corte en Barcelona aquello significaba que lo que dice Sánchez Piñol en su novela supuestamente histórica es verdad, que no lo es.
        Pero, nada, ánimo, sigan camino al abismo de estupidez en el que les ha dado por enfangarse, tergiversando hasta extremos ridículos la Historia. Ya despertarán de ese mal sueño. Lo que les deseo, y espero, es que no sea, ese despertar, a una auténtica pesadilla.
        Le lanzo una última reflexión: dado que los Reyes Católicos reciben a Colón en Barcelona a su vuelta de América, ¿eso significa que toda España era un reino aliado de Cataluña, puesto que en ese momento la Corte de los reinos unidos de Castilla y Aragón (lo que comúnmente vamos a llamar España desde entonces) estaba allí?.
        Ahí tiene lo fácil que es reducir al absurdo sus rimbombantes y huecos argumentos destinados a manipular el pasado para justificar una opción política del presente.
        Rectificar será de sabios, en algunas ocasiones. En otras callarse y no exhibir una crasa ignorancia en cuestiones de análisis histórico -cual es su caso- sí que es de sabios.
        Pero quizás sea demasiado pedir a alguien abducido por una ideología podrida a partes iguales de arrogancia, ignorancia teledirigida por políticos oportunistas y, en general, bastante mala fe y escaso sentido del ridículo.

      • David dijo:

        Me pregunto que problema tiene emili con todos los reyes posteriores a Martín I «el Humano». Hasta donde yo sé, Alfonso II el Casto, nacido en Huesca, fue fruto de una unión dinástica entre Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV conde de Barcelona. Por esa razón se convirtió en príncipe soberano de ambos territorios. Tal y como lo expresa emili parecería que los condes de Barcelona tomaron al asalto el trono de Aragón. Tras la muerte sin descendencia directa de Martín I el Humano (descendiente de Alfonso II) y el Compromiso de Caspe (1412) se designó por unanimidad de los compromisarios catalanes, aragoneses y valencianos como rey de Aragón a Fernando I de Trastámara que, aunque procedía de Castilla, su madre, Leonor de Aragón, era hermana del propio rey Martín, siendo el candidato con más derecho en la sucesión por ser sobrino del rey fallecido; por lo tanto seguía llevando sangre aragonesa en sus venas y no hubo cambio dinástico. Como todos sabemos, la Corona de Aragón quedó unida de igual forma a la de Castilla (la cual había seguido un proceso similar al aragonés de uniones dinásticas con el Reino de León) mediante el matrimonio de Fernando II de Aragón con Isabel I de Castilla. Nuevamente tras la muerte sin descendencia de Carlos II de Habsburgo (descendiente directo de Fernando el Católico) se designó un nuevo heredero de su propia sangre en la persona de Felipe V (en igualdad de derechos sanguíneos que el archiduque Carlos, pero el rey moribundo se decantó en su testamento por el Borbón, que le vamos a hacer y además venció por la fuerza de las armas). El actual rey Felipe VI es descendiente legítimo y directo de Felipe V, de Fernando II el Católico de Aragón, de Fernando I de Aragón, de Alfonso II de Aragón y del conde barcelonés Ramón Berenguer IV. La incorporación de Cataluña a España ha sido absolutamente natural, como el de otros tantos territorios medievales a los actuales estados modernos en los que se integran, de los que está plagada Europa. Caso distinto podría ser la incorporación del reino de Navarra en 1512, que sí fue realizado por conquista del mismo y al que se le impuso otra dinastía diferente a la que históricamente habían tenido.
        Un saludo.

      • Estimado David: gracias por su erudito comentario que publicado queda para ilustración general sobre esta cuestión que, como vd. demuestra con buen tino, podrá reclamarse hoy políticamente, pero no echando mano de supuestos agravios históricos que en esas fechas, 1412 o 1714, no tenían el menor sentido. Un saludo.

  8. Turandot dijo:

    Muy de acuerdo con la reseña y con casi todo lo que has escrito. La novela me ha parecido entretenida por el protagonista tan picaresco, pero tendenciosa y panfletaria, una manipulación histórica de principio a fin. El autor, que dice en el prólogo que se ha documentado históricamente, habla no ya de «Corona Catalanoaragonesa» (aberración histórica, como alguien ha dicho), sino de «¡Corona Catalana!». Y Aragón aparece como un «reino aliado». ¿Por qué, entonces, tienen en Barcelona el «Archivo de la Corona de Aragón», según reza la placa de la puerta? (Cruel paradoja, que ese archivo esté en una sede donde reniegan de su nombre) Por otra parte, es de lamentar ese burdo reduccionismo que leemos varias veces en «Victus», y que tanto nos suena a comienzos de este siglo XXI: Cataluña, tolerante y plena de libertades, frente a una Castilla tiránica y atrasada. En definitiva, un libro que sólo se sostiene gracias una ideología y unos intereses concretos.

    • Estimado Turandot: muchas gracias por tu comentario. Pues sí, crueles paradojas las que vivimos hoy día y la menor de ellas no es precisamente que se hable de «Libertad de Expresión» y, sin embargo, lo único que pueden leer los españoles lectores de novelas sobre la Guerra de Sucesión y el asunto de la Nueva Planta es un libro enteramente tendencioso en ese aspecto y mal documentado -probablemente a sabiendas-. Un libro que además ha sido distribuido masivamente y elogiado como una gran novela por autores que blasonan de amar mucho a España.
      Sencillamente algo tan asombroso como penoso y que debería llevarnos a una reflexión profunda sobre estas cuestiones pensando que, a lo mejor, en lugar de boicotear a los pobres productores de cava sería más útil volver esa represalia contra algunos mandarines del mundo editorial español, que lo mismo hacen caja en Barcelona que en Madrid, indiferentes a las consecuencias de esos juegos malabares manifestadas en muchas lágrimas y rasgar de vestiduras por lo que pasa en Cataluña mientras distribuyen alegremente esa novela en grandes superficies y, lo que es peor, sin dar cabida a réplica alguna, no vaya a ser que se les estropee el best-seller que, después de todo, parece que es, en definitiva, lo único que les importa.
      Un saludo.

  9. Neo dijo:

    Es normal que a los nacionalistas españoles no les acabe de gustar una novela histórica que no bebe de ese nacionalismo. Seguro que esos nacionalistas españoles están encantados con la novelas históricas de Perez Reverte. La novela «Victus» es excelente y si a alguno no le gusta porque cree que su nacionalismo es el bueno, tan bueno que ni es nacionalismo y el de los demás es el malo, entonces no hace una critica literaria de la novela, sino una valoración contaminada con sus sentimientos nacionales.

    • Estimado Neo: creo que parte vd. de unas premisas eminentemente falsas. Para empezar «Victus» no es una excelente novela histórica. Más allá de toda connotación política en la reseña, que sólo existe en su imaginación, hay detalles técnicos penosos en esa novela. Por sólo ponerle un ejemplo, el que el narrador hable de Aragón como reino aliado de Cataluña. Ahí es nada, teniendo en cuenta que Cataluña era un simple principado de la Corona de Aragón… O la caracterización de España, que en esa época ni siquiera existe tal y como hoy la concebimos, como un «secarral antiparlamentario», metiendo en esa imagen plana y simplista a sitios tan secos y tan carentes de representación parlamentaria como las provincias vascas o Navarra, que combatian a favor de los Borbón y aún así nada tenían de secas y contaban con instituciones forales y parlamentarias como las catalanas o aún más abiertas.
      Eso son hechos históricos, no opiniones políticas. En España en 1714 se combate no por cuestiones nacionales, inéditas para toda Europa hasta 1789, que es cuando nace el concepto tal y como hoy lo entendemos, sino para poner una dinastía u otra en el trono de las Españas -así se hablaba de «España» entonces- y las Indias. Una dinastía tan poco «española» como la otra. Austríaca una y la otra francesa.
      Ni que decir tiene que el Zuviría de «Victus» es completamente apócrifo casi durante un 90% de la novela. Es decir, se comporta como se podrían comportar algunos personajes de hoy día disfrazados con ropa del siglo XVIII y que nada tiene que ver con el verdadero Martín -que no Martí- Zuviría que realmente existió en aquellas fechas y del que tan poco se sabe. Circunstancia que ha sido un auténtico filón para la inventiva literaria del sr. Sánchez Piñol, encontrándose ante una hoja en blanco sobre la que escribir lo que le ha dado la real gana. Incluso acumulando a su narrador actitudes tan absurdas como la de una inverosímil relación íntima con el mariscal duque de Berwick que, además, va aireando alegremente por ahí. No sé si lo sabrá, o se lo imaginará, pero ese tipo de cosas no eran precisamente de las que se publicaban en la incipiente prensa del corazón, en gacetas como «La llave del gabinete de todos los príncipes de Europa». Así, una vez más, y no es la única, Sánchez Piñol se inventa el pasado a la medida de sus expectativas, pasando olímpicamente de ahondar en el conocimiento de las realidades de la época sobre la que escribe. Y eso, se lo repito, es una cuestión de desconocimiento histórico, no de opciones políticas.
      Para finalizar, ya que menciona al sr. Pérez-Reverte y sus novelas como luz y guía de quienes osamos dejar a «Victus» en evidencia, al parecer porque somos unos nacionalistas españoles malosos y taimados, le sugiero que repase los números atrasados de esta reseña mensual de «La novela antihistórica», desde el primero, fechado en 20 de julio de 2010, para que vea que dichas novelas, las del sr. Pérez-Reverte, cargadas también de errores similares a los de «Victus», han sufrido el mismo tratamiento por estas latitudes, donde se trata de hacer un trabajo serio, no un panfleto a favor de tirios o troyanos, en contra de lo que vd., haciendo uso de unos reflejos políticos muy bien entrenados, parece creer.
      Por si eso no le basta, sepa también que el sr. Pérez-Reverte cargó de elogios a la novela del sr. Sánchez Piñol, diciendo que daba una exacta visión de la Historia de España… Ya ve vd. qué gris y llena de matices entre el blanco y el negro es la realidad que vd. reduce a términos tan simplistas como «español vs. catalán», «nacionalismo vs. centralismo» y toda esa penosa retahíla producto de una pésima educación en Historia manifestada en la publicación, lanzamiento y éxito estratosférico de novelas como las de los dos citados autores, que se pueden dar la mano -y de hecho se la dan como ya le he señalado- desde extremos políticos supuestamente opuestos, pero que en realidad convergen en el mismo punto: los dos son autores de la «cuadra» de Alfaguara y, ay, amigo, eso es lo único que importa, la cuenta de resultados de dicha editorial. Lo demás, como supongo se dará cuenta, es jalear masas para que se pasen por las librerías a dejar billetes frescos rumbo a las arcas de esos autores y su empresa común.
      Utilice mejor sus sentidos, su percepción de lo que le rodea. Reflexione sobre hechos históricos tales como los vagones cargados de ilusos que creían ir a conquistar París o Berlín en unas pocas horas hace ahora cien años, llevados en realidad al matadero por políticos sin escrúpulos y su corte de turiferarios cantores de las alabanzas de la Gran Alemania, la Gran Francia o lo que se terciase. ¿Se dará así cuenta de que, en efecto, los que no conocen la Historia están condenados a repetirla y no precisamente desempeñando un papel muy airoso, uno que vaya más allá del de tonto útil compañero de viaje de unos señores que se han dedicado a comprarse colecciones de coches de lujo y ahora dicen que «tota la culpa es de l´Espanya» envolviéndose en la «senyera» para tapar su mala gestión?. Sinceramente espero que sí.
      Reciba un cordial saludo.

    • Antígono dijo:

      Pues no señor, no estoy encantado con las novela de Pérez Reverte y sus imitadores que parecen sacadas de los años 50, y no me gustan los nacionalistas (españoles, catalanes, serbios, croatas o turcomanos) ni tampoco me gusta que metan sus zarpas en la Historia para deformarla y corromper las mentes de los más jóvenes en su búsqueda de vasallos sin capacidad de raciocinio.
      Y tampoco me gusta que escritores y editoriales me tomen por tonto y pretendan endosarme la enésima novela «kenfolletiana» salida de sus mentes.

      • Estimado Antígono, nunca está de mas decirlo. La duda es si el mensaje llegará a mentes tan perdidas por ese vasallaje intelectual, al parecer, como la del sr. Neo.
        En fin, por intentarlo que no quede. Y por no haber dado la réplica a tiempo, tampoco.
        Un saludo.

  10. Jordi dijo:

    Buenas,
    Ante todo, quisiera destacar y reconocer el valor de tu reseña, por trabajada, laboriosa y con profusión de datos. En cuanto al contenido de la misma, creo no estar de acuerdo con algunas cosas, lo que no significa que no valore tu enorme trabajo documental.
    Para empezar, hablar de los anacronismos y falsedades historicas de las que hablas, tipo Corona catalanoaragonesa vs. Reino de Aragón; que si unidad de Aragón y Castilla desde el siglo XV vs. unión dinástica pero independencia de ambos reinos; que si voluntad soberanista ya en esa época vs. ilusión romántica decimonónica, y un largo etcétera.. Todo esto, temas de infinitas discusiones, a los que no vale la pena seguir alimentando, ya que no acabarán nunca. Yo soy licenciado en Historia por la UAB, y a mi entender, la historiografia, lastimosamente, siempre responderá a intereses políticos, pese a quien le pese. Por eso, no se puede acusar a los historiadores catalanes (su mayoria) de voceros del nacionalismo catalán sin reconocer la misma condición a los historiadores del resto de la Península, ya sea en MAdrid, en Andalucia o en Navarra. Eso de ver sólo la paja en el ojo ajeno. O lo del «Yo soy antinacionalista y antinacionalismo» refiriéndose al catalán, cuando lo que se esconde es un tremendo nacionalismo español. Que conste que no estoy ni insinuando que usted forme parte de estos grupos, tan solo apunto una tendéncia creciente en la sociedad catalana y española. Porque si, en Catalunya hay mucha gente que piensa así mismo.
    Y yo qué me creo? seguramente no interesa a nadie, pero intento limitarme a los hechos estudiados y a todo lo que haya podido leer al respecto. Union dinástica desde el s.XV, pero independéncia de ambos reinos hasta el 1714. La nomenclatura del Reino? Aragón? Corona catalanoaragonesa? Tanto da que nombre lleve, pero lo indiscutible es el papel preponderante, demográfica i economicamente hablando, de la región costera del Reino (Catalunya, País Valencià), su auténtico motor.
    A partir de aquí, destacar que tampoco haces la mención que merece el, para mí, tema más importante del libro y reflexión final del mismo. El hecho del antimaniqueísmo del mismo, del no querer hacer una historia de buenos y malos, y el destacar, una vez tras otra, que el mayor enemigo del pueblo catalán, es este caso, fueron las própias instituciones catalanas y las potencias extranjeras austriacistas que lo abandonaron a su suerte. Nunca habla de una lucha por su independencia o liberación nacional. Es la lucha de un pueblo, sólo, contra un enemigo infinitamente más poderoso, del que ya conocían su brutalidad contra los vencidos (el País Valencià después de Almansa, con toda la represión que supuso), pero teniendo en cuenta que su brutalidad no era por ser castellanos (recuerdo la caracterización de los soldados castellanos, bastante popular y sin atisbo de maniqueismo). Pero la represión y la brutalidad estubieron allí, y está documentada.
    Victus, aparte de ser una novela fascinante, es un soplo de aire fresco, iconoclasta y popular contra toda idea de pensamiento único. Y destaco lo popular: cuenta más lo de abajo que lo de arriba. Y por eso la gente se ha sentido tan identificada, por el desapego que entonces tenía el pueblo, igual que pasa ahora, con las instituciones catalanas i con el Estado central.

    Salud

    • Estimado colega: gracias por la parte que me toca por el buen trabajo -en tu opinión- hecho con esta reseña. Siento discrepar, sin embargo, en algunos aspectos de los que comentas.
      Sí me hice eco de ese gesto de Sánchez Piñol hacia el «poble», pero dudo mucho que eso sea un soplo de aire fresco. Es populismo, no sé si blanco o negro, tal y como lo definió el gran historiador italiano Carlo Ginzburg que, seguramente, conocerás. Y ya sabes lo peligroso que es el Populismo como gesto o, peor aún, como bandera política. Seguro que te sonará también el celebérrimo «emperador del Paralelo» y sus más que dudosas hazañas. Sobre todo en la «Semana Trágica». El esquema se repite una y otra vez: un caradura apela a sentimientos más o menos primarios, define un «nosotros» bueno frente a un «otros» encarnación del mal y se prepara a vivir cómodamente de explotar ese pensamiento visceral. Dicen que cuando Lerroux andaba calentando a los incautos que se iban a tirar a la calle a incendiarla, un atrevido le preguntó «Y tú, ¿dónde estarás mañana?. Lerroux, sin despeinarse, le respondió «donde más gente muere». En efecto, al día siguiente se quedó todo el día en la cama mientras los lerdos que le habían creido sacaban momias de monjas a la calle, volcaban tranvías o, el premio gordo, encajaban un sablazo o un tiro de un guardia civil o de un «Paco».
      A otros lectores que han abundado en argumentos parecidos a éste que tú utilizas para defender «Victus», les he respondido lo mismo que a tí: ¿sabes que el epítome del españolismo más chabacano y populista, el devoracatalanes y otros nacionalistas periféricos Arturo Pérez-Reverte, elogió «Victus»?. Saca tus propias conclusiones sobre este curioso maridaje de la Noche y el Día y dónde deja a los que como tú creéis que «Victus» defiende altos valores ¿histórico?-políticos que tratáis, según parece, de trasplantar del siglo XV o de 1714 a la actualidad. Cosa tan imposible como, de momento, viajar en el tiempo.
      Hablas por ejemplo de independencia entre Castilla y el reino de Aragón… nada más lejos de la realidad. En todo caso si algún término actual habría que aplicar a esa relación entre las dos principales coronas de la Península sería la de federativismo -lo dice Pierre Vilar- o autonomía entre una y otra. Sólo hubieran sido independientes de no tener firmados pactos entre ellos y compartir un mismo soberano, que es lo que ocurrió desde esas fechas.
      También discrepo de tu apreciación sobre que Cataluña y el País Valenciano eran la parte principal de la corona aragonesa por ser la más dinámica económicamente. A veces coincide el centro del poder político y el económico. Como ocurre en Inglaterra con Londres. Y a veces no. Como ocurre en el caso de la Corona de Aragón. Por más que Cataluña fuera más dinámica en el comercio eso no implicaba que fuera más poderosa o decisiva en el tema político o en la riqueza agrícola que, hasta bien entrado el siglo XVIII, no empieza a ganar terreno a la principal fuente de riqueza y prestigio en la Europa del Antiguo Régimen. Es decir, las grandes tierras productoras de cereales de las que Cataluña andaba bastante escasa.
      Una vez más es un grave error aplicar nuestras categorías de bueno y malo, de lo que nos parece mejor o peor a gentes que -supongo que en la UAB os habrán enseñado Historia de las Mentalidades- funcionaba, nos guste o no, con otras ideas, categorías y valores. Justo lo que veo brillar por su ausencia en «Victus» donde lo que hay, la mayor parte del tiempo, son personajes actuales vestidos de época.
      En fin, en cualquier caso, gracias por tus opiniones. Un saludo.

  11. Reistano Cantelmo dijo:

    Lo que usted ha escrito me parece más una pataleta que una reseña. ¿Qué intenciones históricas tiene su reseña sobre «VICTUS»? ¿Y qué intenciones literarias? Yo sólamente sé ver entre líneas una rabia poco contenida porqué la novela no cuenta lo que le gustaría oír. No trate de imponer su «verdad» y no acuse a los demás de hacerlo.

    • Estimado sr. Cantelmo (si es que ese es su verdadero nombre): la pataleta, me parece, la padece usted precisamente por la misma razón que aduce contra la reseña. Sencillamente no dice lo que a vd. le gustaría leer sobre «Victus». Le aseguro que «Victus» no me produjo rabia ninguna. Más bien lástima por el penoso manejo que hace de la Historia, cuyo único fin parece ser convencer a un número decisivo de catalanes de toda una serie de patrañas históricas que sacarían hoy al sr. Mas, al sr. Homs y a otros del callejón sin salida en el que se han metido por su pésima gestión del gobierno catalán.
      De esas reseñas de la rabia que usted dice puede encontrar muchas por ahí. Lo que las diferencia de la mía es que no basan sus argumentos en otra cosa que la visceralidad. Ahí no encontrará contraste de datos históricos, alusiones a otras obras y documentos históricos que corroboran o no lo que pretende colarnos por la escuadra esta novela, etc…
      Podrá estar de acuerdo o no, por razones políticas, con lo que yo digo, pero desde luego el contraste de lo que nos cuenta «Victus» con hechos y datos históricos demuestra claramente que el sr. Sánchez Piñol ha jugado con la Historia y la ha moldeado hasta hacerla irreconocible. O peor aún: hasta hacerla sólo reconocible para los que nada saben de Historia y prefieren oír un tranquilizador mantra: siglos y siglos de opresión justifican nuestras intenciones políticas de hoy día. Un argumento digno de sociedades que hoy consideramos atrasadas. Como la europea del siglo XVII, en la que lo viejo, lo tradicional, lo avalado por siglos y siglos (real, o imaginario, como ocurre en el caso de «Victus») era bueno por esa misma razón. Una idea que la revolución francesa puso en solfa, creando otra serie de valores que hoy llamamos progresistas y que nos permiten disfrutar de una serie de libertades -como la de expresión- por derecho, no por privilegio ni por tradición.
      Ya ve qué malos comienzos tiene la futura república catalana fruto no sé si de una pataleta bien orquestada o de manipulaciones interesadas de un grupo de políticos fracasados en su gestión.

  12. Anónimo declarado dijo:

    Buenas. Yo sólo quería escribir sobre lo dispar puede ser la percepción de un mismo término. Para mí una novela histórica viene a ser una novela que cuando la cierras puedes decir «¡caspitá! algo remotamente parecido pasó de verdad», algo quizás ligeramente alejado de lo que usted da a entender que prefiere. Por eso dejó constancia que las desventuras del bueno de Zuví me parecen de gran calidad literaria y muy placenteras para quien quiera regodearse leyendolas. O apenarse, según toque. Todas las manipulaciones e imprecisiones históricas me parecen tan poco interesantes que no les voy a dedicar más de esta linea.

    Lo cierto es que llegué a su blog buscando una reseña literaria y no la he encontrado. Sin embargo, no dejo de ver el valor de todo lo que ha estricto usted, desde su visión de historiador imagino, que aparte de resultarme instructivo me ha llevado al pensamiento de que a lo mejor «novela» e «histórica» son dos términos que aunque casan estupendamente nunca han querido llevarse bien ¿algo parecido a «Cataluña» y «resto de España», quizás?

    Pd: A lo mejor decir esto ahora suena un poco incongruente, pero ciertamente me chocó mucho la visión de victus de que la península Ibérica estaba compuesta por Portugal, Castilla y Cataluña. Verá, es que yo soy andaluz, y si me definen a Castilla como un territorio de secano, yermo y triste; y a Cataluña como la alegre y prolífica orilla del mediterraneo, me causan una crisis de identidad más o menos severa. Supongo que los que viven a orillas del Cántabrico me comprenderán. Aparte de los nobles ciudadanos leoneses, que aún hoy hay a quienes les da urticaria ser introducidos junto a Castilla.

    • Estimado Anónimo Declarado: yo, personalmente, también creo que hay calidad literaria en las desventuras del Zuviría inventado, prácticamente de arriba a abajo, por Sánchezç-Piñol. Al final de la reseña lo digo. Ahora bien, de ahí a deducir que haya ocurrido algo remotamente parecido a lo que ese autor describe como hechos del 1714… hay el consabido abismo.
      Tampoco me parece que «novela» e «Historia» tengan que casar mal. Y sí a eso vamos, tampoco Cataluña y el resto de España.
      Lo que ocurre es que «Victus» es vendido como novela histórica -revise el libro y verá que es así, en la contraportada- cuando, en realidad, sólo es un manifiesto uso y abuso de la Historia para justificar la secesión de España, dentro del plan matemáticamente diseñado por el señor Mas, su partido y su mano ejecutora. En este caso el señor Françesc Homs.
      Hombre, ya es mucha cara. La verdad. Incluso debería parecer que ya es mucha cara entre lectores menos predispuestos a entrar a saco en la novela, como puede ser su caso, que se asombra al ver dividida la península en Cataluña -que, en realidad, son todos los territorios de habla catalana, de Aragón a Valencia pasando por las Baleares, que una Cataluña independiente reclamaría como propios-, Portugal y el «secarral» de Castilla.
      Callar ante esto, ante este desfondamiento de la novela histórica en España, cuando en Francia se escriben auténticas obras maestras del género hoy día -le recomiendo la serie de Nicolas Le Floch, «detective» en la Francia del siglo XVIII o las de Jean D´Aillon-, pues es demasiado.
      Sánchez-Piñol puede escribir lo que le parezca, sus lectores -celebres como Arturo Pérez-Reverte, o no- decir también lo que les parezca en favor suyo, pero, claro, callar y otorgar ante cosas así, es del genero bobo. Sobre todo cuando uno es historiador y trata de (sobre)vivir en este país que, a fuerza de callar y otorgar, está a punto de convertirse en un bebedero de patos. A menos que alguien diga «hasta aquí hemos llegado». Cosa que probablemente no ocurriría de haberse hecho antes con gente como los que ahora claman contra España y que, tras haber saqueado las arcas públicas durante décadas en beneficio propio, quieren hacerse con todos los controles del chiringuito. Previsiblemente para seguir tocando esa música que tan bien conocen ya con total independencia, que seguro que cunde mucho más sin tener que dar parte al resto de España vía impuestos.
      Dígame usted una cosa, si pudiera retroceder en el tiempo hasta agosto de 1914, sabiendo lo que ahora sabemos, y teniendo los medios, ¿hubiera advertido a los soldados que tomaban trenes en París y Berlín que iban a morir a millares por un espantajo nacionalista creado por gente sin escrúpulos a la que ellos mismos, esos soldados ingenuos de 1914, derrocarían cuatro años después?.
      Yo, la verdad, en ese caso, no hubiera sabido resistirme a la inercia de decirlo. Lo mismo me pasa hoy, cien años después, con todos los incautos que forman cadenas humanas por la Independencia, gritan «España nos roba», o se creen que las cosas fueron como se describen en «Victus» y en otras publicaciones generosamente alentadas por los que tienen en sus manos la «Hoja de ruta» hacia la independencia de Cataluña.
      Gracias por su comentario y reciba un cordial saludo.

      • Albert dijo:

        1-El plan matemàtico de Mas?? soy catalan y usted no ha entendido nada si esta es su opinion sobre lo que esta pasando ahí, que usted sea historiador lo hace mas grave. No se lo voy a explicar, es cansino justificarnos en debates que no pretenden nada.

        2-por que se catalaniza el nombre?? por que era catalan, los documentos seguro que estan en castellano, la castellanizacion de la administración no fue casual, pero tmpoco hizo menos catalana a la gente que se llamaban por su nombre y no por lo que un notario estuviera obligado a escribir, el que ha dicho que usted es historiador ha sido usted mismo, insisto, qüestiones así nos resultan cansinas y que no se entienda esta suerte de cosas da muchas pistas sobre lo que (quizas) este a punto de pasar en la penísula, por cierto por que nunca nadie se pregunta que razones tenian los portugueses para abandonar castilla y no querer volver nunca….? no se si con eso doy alguna pista útil.

        3-sobre identificar la estructura y funcionamiento interno de diferentes reinos a lo largo de siglos solo recordar que en la confederación aragonesa o catalana ( si, lo de confederación és un adjetivo moderno, pero ajustado) Catalunya i Aragón mantuvieron cada una sus cortes, leyes, presupuestos y tropas, si eso no es calificable de confederación no sé que lo és ( soy politologo, lo remarco ya que la titulitis se le apetece tan golosa) Jaime primero, no anexiona territorios de valencia o de Mallorca, crea nuevas entidades políticas en esos territorios conquistados con sus cortes i autonomia juridica, econòmica y militar ( donde en efecto los catalanes y aragoneses fueron tan inhumanos con la población conquistada como qualquiera, nada que decir)
        Reino y principado no eran en el siglo XI descriptivos de sumisión sino de funcionamiento interno, el reinado es hereditario, todo esta sometido a la familia governante el principado es cooptado, la corte de nobles debe elegir y ratificar o defenestrar a aquel que gobierna y al siguiente, el «princeps» no era sinó el «primus inter pares» de heho en muchos episodios de las primeras expansiones catalanas hay condados que no participan en ellas, luego tenien la autonomia para decidirlo ya que el rey no ordenaba sino que pedia apoyo a los nobles en sus campañas, busque sobre el condado de Pallars, le servira para entender la logica catalana en este sentido.
        Por lo tanto NO, no se vale aplicar la logica que funcionara en otros reinos por homonimia de sus provincias a entidades que funcionaban pro principios diferentes, segun usted los principados italianos era solo provincias de qué reino? pues eso…

        4-Sobre la novela, es entretenida, y efectivamente las preferèncias del autor relucen, hace falta perder de vista que ES UNA NOVELA?

        5- Efectivamente lo que paso en Barcelona no fue sinó uno de los multiples escenarios en los que se dirimió una contienda europea de primer orden entre viejos imperios que solo supieron sacar oro para hacer palacios y grandes obras de arte de propaganda religiosa nobiliaria y nuevos imperios que supieron convertir recursos en industrias, Si si con todo aquello del esclavismo y demas miriada de horrores propios de colonialista.
        Pero a pesar de ser «sólo uno mas de los múltiples escenarios» ocupo largos debates en westminster ( dossieres sobre «The case of the catalans») resulta que fue donde francia estuvo mas largamente encallada en una plaza fuerte. y por la parte que nos toca actualmente a los que habitamos este pedacito de continente, fue tambien el momento en que Castilla puso su bota sobre todas las tierras de habla catalana y tambien aragon, Le recomiendo que se acuerde en algun momento de uns documentos llamados «informe Patiño» i «Decreto de nueva planta» documentos de essencia castellana para con Cataluya a la que «Habia que asimilar a los usos leyes, lengua y costumbres de Castilla» si con eso se quiere insistir en que no habia una confrontación a muchos niveles entre dos formas de entender la sociedad y el gobierno…poder, se puede…aunque no entiendo como esa actitud ayuda en nada a entender lo que nos pasa hoy e dia, como pasó en la guerra civil, como pasó en la primer república, como pasó antes con la guerra de los segadors en 1640….fíjeses que casi n hay siglo en que el conflicto territorial no haga resurgir las mismas coordenadas de conflicto, si con eso no vemos nada…pues nada….y ahi seguimos.

        6-«territorios que los catalanes reclamarian como propios» entiendo que hace referència al proyecto de «Països Catalans» en primer lugar si hace un poco de busqueda y lectura le desaconsejo totalmente, la lectura de «És molt senzill, digueu-li Catalunya» libro del qual surje la idea tal y cómo usted la describe, y se lo aconsejo por dos razones bàsicas, nunca ha permeabilizado el catalanismo, ni el valencianismo ni el Mallorquinismo, y en segundo lugar porque el propio autor de tal idea, al que he podido conocer, Él mismo ya no es defensor de esa perspeciva por razones obvias. Por lo tanto desde un punto de vista literario puede ser objeto de debate…i punto, no ha tenido ninguna otra trascendencia.
        El catalnismo no ve, en ninguna de susformas o manifestaciones, a qualquier terrtorio de habla catalana como » de su propiedad» ni nada parecido, eso es mentalidad castellana, no existe entre territorios de habla catalana sinó un conjunto de rencillas, envidias, amores, admiraciones, aprecios y otras incongruencias que nos caracterizan que hacen que aspiremos (los que aspiramos a ello, claro) a mirarnos de forma soberana y SOBRETODO en pie de igualtad entre nosotros ya que esa es nuestra historia, nunca uno estuvo bajo el otro, siempre al lado, de la mano o a codazos segun el dia o epoca, però uno al lado del otro, y solo asi nos vemos. Insisto el «esa finca es nuestra y punto» no forma parte de ninguna visión historica o ideològica actual o reciente, me atreveria a decir que nunca existió tal percepción. No tuvieron la misma suerte asturianos, leoneses, gallegos, andaluces y murcianos cuando Castilla les puso la mano encima…Insisto, son mentalidades muy distintas.

        -Es una novela y seguro que hay flecos sueltos, como las motivaciones del coronel Villaroel para cambiar de bando. Pero en su reseña y comentarios no ha demostrado usted mas que un desconociemiento de la sociedad catalana, no me atrevo a decir menostenimiento, pero no se preocupe usted, estamos acostumados a esto y mucho mas, insisto no hace mas que reproducir todos los topicos por los cuales esta todo como esta hoy.

        -última cuestión, No ha comentado usted en ningún momento nada al respecto de un personaje a mi entender relevante en la novela como es el espia Zuñiga, de sus afirmaciones o tareas. Critica mucho las descripciones que se dan de Castilla pero no dice nada del segundo personaje castellano mas retratado en la novela despues de Villaroel. Por qué? Eso me ha inquietado

        Si ha leido usted hasta aqui, le agradezco su paciencia de leerselo a pesar de mi estilo a veces sobresaltado.
        Estare contento de poder leer su respuesta, especialmente por lo que respeta al último punto de mi (quizas no siempre) humilde perorata.

        Bon dia!

      • En primer lugar Albert, ya lo siento, pero no voy a ser tan retorcido como para decirle «Bona tarda» del mismo modo que usted se queda tan ancho deseándome un sonoro «bon dia» después de ponerme a caer de un burro en su comentario. Eso sería muy cínico y más teniendo en cuenta que los buenos días se dan al principio de una conversación y no al final.

        Por lo demás me he leído su comentario de estilo, en efecto, bastante sobresaltado.

        No voy a decirle gran cosa en respuesta. Apenas lo que ya le dije a otro lector que también vino a tumbar a hachazos la reseña: «Que usted sea independentista es muy legítimo, que pretenda que la Historia le da la razón no es legítimo porque nada hay en la Historia que respalde esas demandas.

        Así de sencillo es el diagnóstico hecho desde la Historia como ciencia, no como espantajo utilizado por políticos oportunistas, de cualquier signo».

        ¿Por qué le digo esto?, pues porque no puedo decirle otra cosa. Usted empieza con muy mal pie y sigue líneas y líneas en esa sintonía: sólo los iniciados pueden entender lo que pasa en Cataluña, habla usted en plural, considerándose -¿sin urnas, con urnas, porque lo ha investido el fantasma de Prat de la Riba?- interprete autorizado de un colectivo del que nada sabemos en cuanto a magnitud y componentes (aunque imagino que será todo el «poble catalá que vota «sí» a la secesión…»), desautoriza las titulaciones académicas tan sólo para demostrar que tiene razón, sin rebatir los argumentos académicos con otros argumentos académicos. Eso tan sólo por una sencilla razón: porque como habla desde la ideología carece de dichos argumentos.

        Un ejemplo claro es su oscura argumentación sobre el cambio del nombre de Martín Zubiria. Sánchez Piñol lo cambia porque le da la gana, entrando como un toro en una cacharreria, despojando a Zubiria de su linaje vasco y usted lo defiende haciendo a Zubiria catalán por la cara, porque sí, porque pasaba por ahí. ¿Y luego encima dice que no hay afanes imperialistas en el Nacionalismo catalán? Es obvio que se contradice usted a cada paso.

        Lo del tema de los principados, en fin… Otro ejemplo de cómo puede retorcerse una realidad histórica hasta que entre en el molde que a usted le conviene. Vamos a los hechos: la Corona de Aragón, dueña de todo ese sector de la Península en el que también entra Cataluña, pacta una unión matrimonial con la casa Trastamara de Castilla en el siglo XV. Es decir, ejerce un acto de soberanía en el que Cataluña nada tiene que decir, y nada dice.

        Eso es un hecho histórico probado. Que le guste a vd. o no ya es otra cosa. Es tan cierto y desagradable como que los milicianos de UHP, mucho más simpáticos para nosotros hoy día, hacían sacas y «paseos» idénticos a los de los fascistas. Nos podrá gustar o no en función de nuestras simpatías personales por la República, siempre mucho más presentable que la autocracia franquista, pero eso no va a restar de la realidad histórica documentada ni un sólo torturado en las checas, ni un sólo juicio popular caricatura de un verdadero juicio, ni un sólo «enemigo de clase» fusilado en las cunetas en un estilo del que podrían haber aprendido requetes y falangistas.

        No hay mucho más que decir. Yo recurro a un análisis histórico, usted a pintar los hechos históricos del color que le gusta para que le den la razón. Y si alguien no es capaz de apreciar esa labor artística, es que es un no-iniciado.
        Pues, la verdad, que suerte no serlo porque lo veo bastante incompatible con escribir algo digno de ser llamado Historia en Madrid, Barcelona o Nueva York.

        Termino insistiendo: ¿desea usted la independencia de Catalunya?, pues nada, ánimo, sigan con los referéndums en los que se puede votar durante 15 días y donde los líderes del evento, como el sr. Junqueras, son al mismo tiempo supervisores de mesas electorales, sin censo fiable y con urnas de cartón. Es usted muy dueño. Eso sí, no vaya pidiendo que la Historia se escriba al gusto de una demanda nacida prácticamente anteayer.

        Si usted contase todo esto que me ha contado a mí en su comentario a un payes de 1850, el buen hombre alucinaría.
        Ya decía uno de los padres del Catalanismo, y lo dejo escrito, para que no hubiera duda, los grandes esfuerzos que tuvieron que hacer en esas fechas para convencer a la inmensa mayoría de los catalanes de que no eran españoles, de que España era una nación enemiga.

        Algo ciertamente incomprensible para aquellos cuyos padres habían caído defendiendo esa bandera contra Napoleón hacía pocos años o que en 1859 se enrolaron para combatir por España contra El Majzen en Marruecos, jugándose la vida por esa causa común guiados por un general de Reus, un tal Prim, que aspiraba, además, a ser presidente de España.

      • Antígono dijo:

        Para concretar el tema, y no irme por las ramas de la política metafísica; el término Confederación Catalano-Aragonesa (ya que se ha metido en ciencias políticas) es una aberración histórica para denominar a la Corona de Aragón. Difícilmente puede ser confederación una monarquía, sino tendríamos que hablar de Confederación Austríaco-Húngara o Confederación Castellano-Leonesa.

      • Estimado Antígono: como no puede ser de otro modo no puedo estar más de acuerdo. Gracias por el comentario, que suscribo enteramente. Un saludo.

  13. Mangalooo dijo:

    Felicitarte primero por tu reseña aqui, porque creo que es muy bueno la diversidad de opioniones, aunque luego se puedaestar de acuerdo o no. Y es muy bueno ahora que abundan tanto dogmatico suelto todavia mas. Queria mandarte esta web ( no se si la entenderas) donde sale una entrevista a este historiador que ha querido indagar mas profundamente sobre el tema de la Guerra de Sucesión, y ha querido ir a la verdad.

    http://www.8tv.cat/8aldia/videos/joaquim-albareda-el-moment-actual-ha-condicionat-lexplicacio-historica-del-1714/

    • Estimado Mangalooo: gracias por el enlace que queda aquí publicado para general ilustración y debate. Seguro que muchos lectores y lectoras de «La novela antihistórica» lo entienden. Yo también, aunque me resulta más fácil leer catalán -cosa que hago tan a menudo como puedo- que escucharlo.
      Gracias por las felicidades a la reseña, se trataba de dar una media ponderada, desde la Historia como ciencia y no como herramienta política, sobre lo que se está contando, que por lo que leo en el enlace que envías es lo que pretende este colega de la UPF.
      Així, moltes gràcies per tot i Salut.

  14. Pingback: Victus |

  15. kirsak dijo:

    Buenas tardes! Creo que su profesión hace que usted sufra lo que yo llamo «deformación profesional». Aplicar un punto de vista Histórico a todo. No se lo tome como una crítica, sé lo que es eso. Pero «Victus» es una novela histórica, no un libro de Historia ni de Historia novelada. Es una obra de ficción situada en en tiempo concreto. Eso no quiere decir que todo lo que salga en ella sea una verdad histórica, sino más bien al revés, que la Historia se pone al servicio de la novela. Su crítica gira alrededor de su veracidad histórica, pero no creo que tenga mucho sentido hacerlo. Si alguien cree que conoce la Historia por leer obras como Victus se equivoca, igual que es erróneo examinar una novela como si fuese una monografía histórica. El mismo autor nunca ha dicho que todo lo que se explica en ella sea verdad, de hecho siempre ha indicado mucho de sus licencias históricas. No creo que se deba analizar la novela más allá de su nivel literario, que es indudablemente alto.

    • Estimado Kirsak: publicada queda su opinión sobre mi crítica. No puedo estar más en desacuerdo con ella. Parece ser que últimamente abundan mucho los argumentos de «salir por la tangente» con respecto al tema catalán.
      Así, por ejemplo, se ha repetido en estos meses, hasta la saciedad, que en democracia se vota. De ahí se deduce, o se trata de hacer deducir, que cualquier votación es válida. Si llevamos ese argumento a sus extremos lógicos, ¿qué les parecería a quienes lo avalan que apareciese un grupo que apoyase la aprobación de una ley que reviviese el duelo como actividad legítima y se juzgase como caso de defensa propia la muerte en desafío motivado por discusiones en torno a la Independencia de Cataluña?.
      Ya puede suponer lo que se diría sobre tal propuesta.
      Con respecto a su argumentación acerca de que «Victus» es una novela histórica, me parece que entramos en el mismo terreno. Usted deduce, al parecer al alimón con Sánchez Piñol, que puesto que es una novela histórica, se puede hacer con la Historia en sus páginas lo que le dé la gana al autor.
      Pues no, cuando se entra en el juego de hacer una novela histórica hay que andar con pies de plomo. Es lo mismo que ponerse a escribir ciencia-ficción sobre viajes espaciales sin tener ni idea de Física. Astronomía, etc…
      En el mejor de los casos se le reirían en la cara. Sin importar lo alto que fuera el nivel literario de la obra que, en el caso de «Victus», tampoco me parece una maravilla, salvo en muy contados pasajes.
      «Victus», eso está claro, es una obra dirigida a convencer a miles de catalanes que nunca han leído a Prat de la Riba, que lo que decía aquel caballero decimonónico -cuyas ideas hoy estarían proscritas en Alemania de haber sido alemán y no español- era verídico y cierto y, por tanto, lo del 9-N, la exigencia de que Cataluña sea independiente, etc… está históricamente justificada.
      Ante eso, una página como ésta, que se plantea desde sus inicios la calidad de lo que se publica bajo el marchamo de best-seller, novela histórica, etc…, sobre si le es útil o no a los lectores un libro de esas características, no puede, evidentemente, callarse, pasar por alto los contenidos más que dudosos de «Victus», obra que es un verdadero abuso de la Historia con fines claramente políticos.
      Si sigue la línea argumental de «Victus» en comentarios, foros de discusión etc… sobre el tema catalán descubrirá que miles de personas creen que lo que se dice en dicha novela es Historia con todas las de la ley y en estado puro y no necesitan consultar ya ningún libro, documental o lo que fuera, sobre el tema.
      ¿Callar ante eso escribiendo una reseña de «Victus»? Sencillamente imposible. Como un médico, por pura deontología, no callaría si supiera que alguien está envenenando el suministro de agua potable a una ciudad
      A veces el exceso de ingenuidad sobre determinada cuestión es, sencillamente, culpable. Ya sea por acción o por omisión.
      En resumen, es usted muy dueño de opinar sobre la deformación profesional -que no es algo que usted diga, es algo que ahí está, en el habla culta, como «la enfermedad del cirujano»-, pero yo, por mi parte, considero que:
      1. Los historiadores debíamos opinar sobre «Victus»

      2. Que debíamos hacerlo con todas las consecuencias, sin caer en complacencias, en «mirar para otro lado».

      Bien hecho está, pues, lo que hecho está en esta reseña sobre «Victus». Por más que usted tenga otra opinión que, lo siento, nada aporta a esta cuestión. Salvo la propia opinión en sí.
      Un saludo.

      • Votapardo dijo:

        «Es lo mismo que ponerse a escribir ciencia-ficción sobre viajes espaciales sin tener ni idea de Física. Astronomía, etc…»
        Bueno, yo le podría poner muchos ejemplos de CF «blanda», es decir, CF que trata temas sociales, psicológicos, etc. y/o que no requiere conocimientos científicos. Pero por lo demás estoy de acuerdo con su opinión.
        Saludos, y perdone la intromisión.

      • Totalmente de acuerdo en lo de que seguro que hay ejemplos de ciencia-ficción «blanda» en la que los conocimientos de Física o de Astronomía no hacen falta, conozco algunos, pero yo no me refería a ellos. Me refería a que para manejarse en ciertos estilos literarios -caso de la ciencia-ficción «dura»- hay que respetar unas reglas del juego y conocer los fundamentos de las ciencias con las que se juega. En el caso de la novela histórica, los de la Historia. Y en el caso de «Victus» y la defensa de ella que hacia el sr. kirsak nada hay de eso. Y, es más, da a sospechar muchas veces que más que ignorancia hay omisión deliberada con fines políticos.
        Saludos.

  16. Rik dijo:

    Ahora los catalanes cuentan la Historia, esa es la diferencia. Se da por hecho la Historia oficial que la escribieron los vencedores, pero supongo que si en un pueblo de Cerdenya, en La Franja, en Alcoi o Palma se habla catalán debe ser porque la potencia política,económica y cultural era Catalunya, después llamar a la Corona como queráis.

    • Estimado Rik: parte vd. de unas premisas falsas. En primer lugar la Historia que escriben los vencedores no es Historia, es un panegírico. La Historia, digna de tal nombre, es otra cosa. Para empezar un oficio muy ingrato. Tanto como el del médico que tiene que diagnosticar a sus pacientes cosas que estos no quieren oír. Ese es el hecho. Lo de «la Historia la escriben los vencedores» no es más que un patético y rancio lugar común para satisfacer inteligencias burdas y poco exigentes que quieren alardear de haber leído un par de libros, sintiéndose así capaces de sentar cátedra sobre materias que requieren muchos años de estudio y profesionalización.
      De esas impresiones apresuradas nacen también otras ideas equivocadas como la de considerar el idioma como seña de identidad o como símbolo de pujanza de una determinada potencia. Le pongo un ejemplo, durante la Guerra de Independencia en la que, por cierto, los catalanes lucharon en su mayoría gustosamente del lado de España, la mayoría de los generales aliados -británicos, españoles…- hablaban entre ellos en francés porque esa era la lengua culta que hablaba la gente educada. Desde Rusia hasta Portugal. Eso, como ya sabrá, no significó que combatieran con menos ahínco a los franceses y sus pretensiones imperiales.
      Ya ve dónde queda su argumento de que Cataluña tenía que ser una Corona, que no lo era, por el mero hecho de que el área de influencia del catalán llegaba hasta esas zonas. Lo de la denominación de Principado o Corona nada tiene que ver con el idioma. Esas ideas de «idioma=a derecho total sobre un territorio» son propias del Nacionalismo de fines del siglo XIX. Hasta el siglo XVIII esas cosas importaban un bledo, siendo sólo importante el derecho de la dinastía que gobernaba, en ocasiones, -como ocurría en el imperio austríaco- una multitud de gente de distintos idiomas, razas y religiones y que cambiaban de manos sin mayores traumas identitarios a golpe de guerras y tratados entre dichas dinastías.
      Ya ve cómo se escribe la Historia y nada tiene que ver con ser catalán o no. Eso es un simplismo porque hay historiadores catalanes que llevan muchos años escribiendo Historia, no sólo ahora, como vd. dice y ejerciendo como deben su oficio jamás han aceptado inventos como ese de la Corona Catalano-Aragonesa por la sencilla razón de que ellos no pueden inventarse los nombres a su gusto, según sus preferencias políticas, sino según lo que van deduciendo de la documentación. La mayor parte de ella, en este caso, en los archivos de la Corona de Aragón. Sólo Aragón, ¿eh?. Eso que quede claro. Porque en caso contrario tendríamos una multitud de hispanistas riéndose a la puerta de una institución que ostentase una placa así. Tan ridícula como, por poner otro ejemplo, «Archivo de la Corona Hispano-Asturiana».
      Que usted sea indepedentista es muy legítimo, que pretenda que la Historia le da la razón no es legítimo porque nada hay en la Historia que respalde esas demandas.
      Así de sencillo es el diagnóstico hecho desde la Historia como ciencia, no como espantajo utilizado por políticos oportunistas, de cualquier signo.
      Reciba un cordial aludo.

  17. Rik dijo:

    Buff, con todo mis respetos, da usted por hecho tantas cosas (por ejemplo que soy independentista), le pierden su arrogancia, sus prejuicios y sus ganas, dedique un poco más de tiempo a leer mi comentario y menos a leerse a si mismo. Donde escribo que Catalunya fue Corona?, donde utilizo el idioma como seña de identidad?, solo lo reseño para ejemplificar los logros de la Catalunya medieval y su influencia como potencia de la época, ¿Como puede decir que una lengua no indica la influencia de una potencia, que me dice entonces del latín? o del inglés actual?, pero si los generales hablaban francés ¿sería porque Francia era o pretendía ser un Imperio en la época y de ahí su influencia?. Sigamos, reconozco que lo de la Historia la escriben los vencedores suena a tópico, pero no es menos cierto que los tópicos tienen parte de verdad, en este fallido país, repito, fallido país, la Historia que se ha escrito de Catalunya desde lejos ha sido un Panegírico. No esté usted tan pagado de si mismo hombre, si las opiniones son como los culos, todos tenemos uno…que diría Woody Allen.
    Un cordial saludo.

    • Estimado Rik: cuando se entra en el terreno personal, en las descalificaciones ad hominem (arrogante, presuntuoso, etc…) es que se nos está acabando el carrete de los argumentos para sostener una opinión (que es algo muy diferente de una afirmación documentada, como luego le explicaré). Veo que ese es su problema. Con total claridad.
      Eso deja también claras bastantes cosas sobre sus comentarios.
      Habla usted en la misma sintonía que los independentistas catalanes más acérrimos y dice no ser uno de ellos, que eso es tan sólo una suposición mía. Vaya, curiosa interpretación. Lo mismo dice el editor de Sánchez Piñol y ya ve, punto por punto, si comparamos las obras de Prat de La Riba con «Victus», nos salen los mismos elementos. Eso sí, Sánchez Piñol nos seguirá diciendo que él no es independentista. Den la cara, hombre, ya ve que no pasa nada. Por lo menos den la cara. ¿Qué ganan con ese juego de ahora estoy dentro del Independentismo y ahora no?. ¿Jugar al despiste?. ¿Para qué?.
      El resto de su comentario, en fin… usted, sin base alguna, se hace una serie de interpretaciones a su medida, dando por amortizado no lo que digo yo, sino lo que dicen decenas de especialistas que han dedicado su vida a estudiar la génesis de los nacionalismos en Europa. Deduzco que así, a primera vista, usted sabe más que, por ejemplo, Peter Sahlins o José Álvarez Junco y un largo etc…
      Interpreta, desde el apriorismo, que lo de hablar francés es porque Francia quería ser un imperio. Error, si tuviese vd. una buena base de conocimientos históricos sabría que la influencia del francés data de finales del siglo XVII, cuando Napoleón ni siquiera había nacido, y sigue siendo influyente como lengua de las clases cultas occidentales cuando Francia no es ya siquiera una monarquía, sino una república bien consolidada, a finales del siglo XIX y principios del XX.
      Espero que esto le demuestre lo diferente que es tener una opinión -o un culo como dice el genial Woody Allen- que todos las tenemos, en efecto, y otra muy distinta tener información decantada de años de investigación y estudio sobre determinados temas que, por supuesto, merecen un respeto. Por lo menos un respeto. Yo, sin duda tengo una opinión muy respetable sobre las abejas o los escarabajos. Eso, sin embargo, no significa que sepa más que un entomólogo, ni mucho menos que sea tan arrogante o presuntuoso como para pretender que mi opinión de «a ojo de buen cubero» pueda reemplazar o siquiera ponerse a la misma altura que todo lo que dicho hipotético entomólogo pueda decirnos sobre escarabajos y otros «bichos».
      Espero que capte la diferencia. Eso le ayudará a asimilar mejor lo que le decía en este comentario y en el anterior.
      También así podrá entender mejor que un estado fallido es una cosa muy distinta a lo que es España hoy día. Un estado fallido es, por ejemplo, la Libia post-Gadaffi o Eritrea. España es un estado de la Unión Europea con graves problemas de cohesión interna, que, desde luego no es lo mismo. Le recomiendo que vea «Black Hawk derribado» que, aparte de una película de acción muy entretenida, refleja muy bien qué es un estado o país fallido. Por mal que estemos, le aseguro que hay que ser muy cenizo, o tener el criterio muy sesgado por anteojeras ideológicas, para ver siquiera un paralelismo entre lo que ve en esa película y lo que hoy pasa en España.
      Permita que le insista: una cosa son las opiniones, otra es el conocimiento sobre determinados temas, que requiere años de estudios, de especialización, de contraste de documentos, experimentos de laboratorio… y cotejo con las obras de otros especialistas en el tema, etc…

      Reciba, igualmente, un muy cordial saludo.

  18. Antígono dijo:

    Bueno, en el imperio romano se hablaba latín en su parte occidental, en la oriental predominaba el griego.
    De todas formas, el problema de las lenguas es ese precisamente, que sirven para sostener teorías cuanto menos poco sustentadas.
    Lo de país fallido supongo que es una ironía, porque países fallidos son considerados lugares como Somalia o Afganistán…o actualmente Irak o Siria. Nada que ver con la actual situación de España. Supongo que es una licencia poética exagerada.

  19. German dijo:

    Apreciado Carlos, ¿es usted realmente doctor en historia moderna? Lo digo porque me ha sorprendido que usted confunda a Rafael de Casanovas con un líder de la Generalitat, nada que ver, era Conseller en Cap, sería algo parecido al Alcalde de Barcelona, salvando las distancias. Tu comentario sobre el libro me ha parecido más propio de un panfleto nacionalista español cargado de prejuicios que la de un historiador versado en la materia. Es cierto que Cataluña era un principado y no un reino, pero no tenía por ello un estatus inferior a los otros reinos y por ellos es común en documentos de la época referirse a Cataluña como un reino, al igual que lo hace el protagonista de la novela. Pero ese matiz has preferido obviarlo, supongo para cargar contra las tesis de la novela. De la misma manera que has obviado en los comentarios que el Archivo de la Corona de Aragon que hay en Barcelona antes era conocido como Archivo Real de Barcelona, hasta que en el s.XX, en plena dictadura, se le cambió el nombre. Bueno, en definitiva, si este es el nivel de tu evaluacion historica, dudó que siga tu blog.l

    • Estimado Germán: un verdadero placer este comentario tuyo que me han remitido para postre del desayuno del domingo.
      Algo dubitativo este comentario, es cierto, empiezas tratándome de usted y luego de tú. Pero detalles así en nada han mermado la diversión que me ha proporcionado el leerlo. Muchas gracias, pues, en primer lugar.
      En respuesta a tus críticas a mi reseña te las explicaré puntualizadas porque veo que tienes algunos problemas de comprensión lectora. Vamos allá.

      1. En primer lugar, puedes comprobarlo tú mismo si lees con atención la página de La novela antihistórica, soy licenciado en Historia Moderna y Contemporánea y Doctor en Historia Contemporánea, no en Historia Moderna como tú has creído leer mezclando un dato con otro.

      2. Hecho este matiz te diré que sí, realmente poseo tales estudios y tengo sendas licencias que lo atestiguan y mucho C. V. que puedes encontrar en muchas páginas de referencia de Internet. No sé cuáles serán tus estudios, pero evidentemente si eres historiador -punto que no aclaras- no estás muy al tanto de los trabajos de tus colegas. Lo cual ya deja tu crítica a mi reseña un poco tocada del ala.

      3. De todos modos, leyendo tu crítica a mi reseña dudo bastante que seas historiador por el modo en el que manejas los datos. Un par de ejemplos: pones en duda mi capacidad como historiador porque digo que Casanova era un líder de la Generalitat. Para justificar este retorcido argumento tú entras en el exquisito matiz de que era conseller en cap del Ayuntamiento de Barcelona en la fecha del sitio. Bien, pues resulta que Casanova es reconocido también como líder militar y político de la Cataluña austracista y antiborbónica, estado de opinión que, supongo en eso estarás de acuerdo, quedaba fundamentalmente representado en la Generalitat. Por tanto es totalmente legítimo decir que era líder de dicha institución.
      Y lo seguiría siendo, desde el punto de vista de la época, no desde el del presente, que es desde el que tu hablas, incluso aunque Casanova sólo hubiera sido un simple cargo municipal sin más atribuciones oficiales u oficiosas. Si fueras historiador sabrías que en los territorios forales como Cataluña, en mayor o menor grado, los cargos municipales estaban adscritos a las Diputaciones, Juntas, etc… que gobernaban esos territorios para cuestiones de toda índole y, en especial, las de asuntos militares. Te pongo algunos ejemplos del País Vasco: en situación de alarma militar los alcaldes, en especial los de las plazas fronterizas militares, estaban en permanente contacto y a las órdenes de la llamada Diputación a Guerra, el brazo militar de lo que sería el órgano civil equivalente a la Generalitat catalana. Por tanto, en puridad, se les podía, y se les debía, considerar miembros de dichas instituciones en las que, de hecho, solían estar muchas veces ocupando cargos de manera casi simultánea. Como ocurre en el caso de Casanova Y, por cierto, es el mismísimo Sánchez Piñol quien lo dibuja como principal líder y fautor de todo lo que se hace tanto en la ciudad como fuera de ella contra los borbónicos… Tú mismo. El caso, supongo, era encontrar alguna grieta por pequeña que fuera y meter una cuña, a ver si resultaba ¿no?. Bueno, pues ya ves que tú interpretación de los hechos es más que deficitaria desde el punto de vista histórico y en nada invalida lo que yo decía que, como ves, está hecho tanto de acuerdo a las afirmaciones del propio Sánchez Piñol, que eso era lo que se reseñaba, como desde las realidades de 1714 y no desde los acomodos, muchas veces imaginarios, del 2014.

      4. Otro tanto ocurre con lo del tema del Archivo de la Corona de Aragón. Tratas de poner en evidencia mi capacidad como historiador señalando que ese archivo se llamaba Archivo Real de Barcelona y sólo cambió de nombre en la Dictadura (supongo que te referirás a la franquista). Grave error el tuyo. El cambio de lugar y nombre, se produjo en el siglo XVIII y, en cualquier caso, era el Archivo de la Corona de Aragón. Antes y después de estar en Barcelona. Si damos por bueno tu argumento, aún a sabiendas de que falsea las fechas y las circunstancias del cambio de nombre y lugar del archivo para que encajen en la propaganda independentista, sería tanto como decir que el Archivo General de Simancas es el Archivo de Castilla León o, ya poniéndonos imaginativos, del reino y/o Principado de Valladolid, y no uno de los archivos nacionales de España, que es lo que es en realidad. Como ves tu argumento es eso que los filósofos llaman una reducción al absurdo. Realmente los independentistas catalanes no tenéis límites. Bravo.

      5. Con respecto a que Cataluña fuera calificada de reino en determinados documentos que mencionas pero no citas estamos en lo mismo. Aún dando por bueno esto ¿sabes cuál era el poder real de reinos como el de Galicia y Navarra agregados o anexionados al núcleo central de la Monarquía española entre la Edad Media y comienzos de la Moderna? Prácticamente nulo. Con lo cual Cataluña, fuera reino o Principado, era tan sólo una parte más de un ente superior, la Corona de Aragón, que jamás fue un «reino aliado» de Cataluña como dice Sánchez Piñol tocando las teclas de todos los errores históricos que se pueden tocar al servicio de una determinada idea política. En este caso el independentismo catalán.
      Un detalle curioso para que te convenzas: la provincia de Guipúzcoa, territorio foral como Cataluña, renunció al título de reino de Guipúzcoa que en cierta ocasión se le ofreció desde el poder central porque eso implicaba renunciar a ciertos privilegios y honores. Así pensaba la gente de la Edad Moderna. De un modo que difícilmente habría encajado con el de Prat de la Riba y otros burgueses catalanes que en el siglo XIX crearon prácticamente de la nada esa comunión ideológica que tantas bilis calienta hoy día en Cataluña y, qué triste, parece estar al servicio de defender a señores que, envueltos en la bandera independentista catalana, coleccionan coches de lujo gracias a diversas corruptelas dignas de una república bananera…

      6. Para acabar dices que la reseña es un panfleto españolista. Bueno, es una opinión. En cualquier caso, como ves, todas las opiniones de la reseña están sustentadas en un análisis riguroso, hecho desde la Historia y no desde la visceralidad españolista.
      De hecho, verás, si lees con más atención, que en la reseña se menciona con bastante asombro que los epítomes del españolismo más montaraz, caso de emisoras de Televisión de la llamada TDT party, recibieron a Sánchez Piñol y su libro como a Mr. Marshall: con alegría y los brazos abiertos. Ya he mencionado también alguna vez que un autor que escupe a menudo por el colmillo de dicho españolismo montaraz, el sr. Pérez-Reverte, cantó verdaderas alabanzas a la obra de Sánchez Piñol…
      Algo no encaja aquí. Alguien, o ellos o yo, no son/somos esos malvados españolistas que tú ves por doquier.

      7. En cuanto a que no sigas el blog, nada me hará más feliz. No necesito lectores que entienden las cosas al revés para justificar sus entelequias ideológicas. Por suerte hay mucha más gente interesada en aprender Historia ponderando lo que leen en determinadas novelas a veces mal llamadas «históricas», que de eso va esta página, por si no te has dado cuenta.

  20. Escocido dijo:

    En el mundo matrix de la propaganda que ocurre en Cataluña, tu reseña del libro y argumentaciones a los diferentes comentarios son muy de agradecer. Supongo que los comentarios que has dejado en el blog son los de más enjundia y nivel pues ciertamente los tópicos y mantras en esta comunidad son de un nivel mucho mas beligerantes, despectivos y distorsionados de los que observo aquí. De todas formas, lo malo es que el odio, desinformación y adoctrinamiento se ha realizado durante bastantes años y este libro como comentas, servirá también para seguir alimentando la causa disfrazado de sólo novela histórica.

    • Estimado Nurak: pues no, los comentarios que ves son los que han mandado los partidarios de una opinión y de otra. Aquí no se censura ni un sólo comentario. Todos tienen cabida y respuesta. Sólo una vez se hizo una excepción y fue porque el comentario vertía acusaciones bastante graves contra Arturo Pérez-Reverte sin prueba alguna a la vista, y, claro, esta página no está precisamente para ese tipo de cosas estilo telebasura.
      Celebro que te haya gustado la reseña. Ciertamente es lamentable la dejación que se ha hecho durante años y que ha permitido que las cosas lleguen a este punto al que, realmente, no hacía falta alguna llegar.
      Un saludo cordial.

  21. Potro dijo:

    A mí me ha parecido una estupenda novela de género fantástico. No hay que negarle la calidad literaria al trabajo del señor Sanchez Pinyol, que la tiene, y mucha, pero el rigor histórico ronda el del «Señor de los Anillos». Gracias y enhorabuena por esta reseña clarificadora (y respetuosa) que solo escuece en heridas inventadas.

  22. Anem dijo:

    T’adones, company,
    que fa ja molts anys
    que ens amaguen la història
    i ens diuen que no en tenim;
    que la nostra és la d’ells…

    • Estimado senyor Pere Punyetas (o aquel que sea su verdadero nombre): gracias por el envío de este fragmento poético que traduzco, libremente y sin rima, para ilustración de los restantes lectores de esta página que no sepan catalán.
      «Te das cuenta, compañero, que ya hace muchos años que nos escamotean la Historia y nos dicen que no tenemos, que la nuestra es la de ellos».
      Vale, muy bien. Sólo un par de cosas. Escribiendo en catalán probablemente se sentirá reforzado en su identidad catalana, pero la mayor parte de quienes lean este comentario no se van a enterar de nada, más allá de la catalanóesfera.
      Baldío esfuerzo el suyo entonces. Aparte de una muestra de pésima educación al interpelar en un idioma que desconocen a otras personas a las que, se supone, quiere comunicar algo. Podría, dado el caso, haber enviado la versión bilingüe de este poema. Así habría demostrado que trataba de comunicarse con quienes viven más allá del catalán sin por ello perjudicar la que parece ser una hipersensible necesidad de afirmarse como catalán.
      Por otra parte la poesía puede hacer hervir la sangre, soliviantar los ánimos, hacer que una causa parezca más justa, etc… pero como respuesta a un análisis razonado de lo que contiene una novela con pretensiones históricas, dice más bien poco.
      De hecho, ese poema se podría aplicar perfectamente al Independentismo catalán y sus usos y abusos de una Historia (bien visibles por ejemplo en «Victus») que, le guste más o menos, está imbricada totalmente con la del resto de España. No por capricho sino por sedimentación de los siglos, bien patente en los hechos. Sin ir más lejos hace doscientos años en el Bruch, donde los catalanes atacan a muerte a un ejército que no es precisamente el español.
      Pero, en fin, cuando las emociones sustituyen a la Razón, ya se sabe lo que pasa, y estos desvarios poéticos, un tanto encerrados en sí mismos, arrojados a la cara de quienes no saben catalán como si eso fuera una tara, no son nada comparado con lo que podría llegar a ocurrir.
      Esperemos que se imponga el seny catalán. por el bien de todos.
      Adéu i que vagi bé.

  23. David González dijo:

    Estimado Carlos:
    Acabo de finalizar la lectura de la novela «Victus» y rápidamente he acudido a Internet en búsqueda de opiniones que me confirmasen lo que he percibido que destilaba en toda la historia, que no es otra cosa que la intencionalidad tendenciosa descarada de su autor en favor de las tesis independentistas actuales poniendo en boca de personajes del siglo XVIII las consignas que hoy que lanzan los partidos secesionistas para predisponer a los catalanes en contra del resto de España, el paralelismo es increible, hasta cuando hablan de la oligarquía catalana corrupta muy similar a la casta política catalana actual. Afortunadamente he podido comprobar que en este blog han estado «al quite» poniendo en evidencia con el mayor rigor las incongruencias malintencionadas que nos brinda Sánchez Piñol en su obra.
    Me sorprende especialmente la interpretación del protagonista Martín Zubiri a la hora de analizar como se llegó al inicio de la Guerra de Sucesión. Además de obviar en todo momento la inclusión del «Reino» de Cataluña dentro de la Corona de Aragón, como si fuera un dato sin importancia que no viene al caso; nos encontramos un mapa al comienzo del libro que muestra la «Situación Política de Europa en 1705», en dicho mapa se reflejan estados tales como Montenegro, Luxemburgo, Sajonia o Baviera, pero aparecen mudos sin leyenda, aunque con sus límites marcados, los territorios correspondientes al Reino de Aragón o el Reino de Valencia dentro de la Corona de Aragón que tampoco se menciona. En el dibujo de la Península Ibérica solo nos encontramos con el reflejo de Portugal, «España-Castilla» y Cataluña ¿se puede ser más manipulador?. La intencionalidad del mapa salta a la vista: busca visualizar la confrontación de Cataluña contra España-Castilla. Hasta el más fanático de los catalanoindependentistas debería revolverse contra esta manipulación tan burda. No me resisto a copiar este texto tan revelador en la que el autor por boca de su protagonista describe los reinos de la península Ibérica: «Una de esas franjas verticales es Portugal. Si ustedes miran el mapa verán que ocupa el tercio atlántico de la Península. La franja más ancha es Castilla, en el centro. Y luego hay otra franja de terreno, invisible en los mapas de hoy, que recorre la costa mediterránea. Eso es, más o menos, la Corona Catalana». Supongo que en el «más o menos» se incluyen los reinos de Aragón, Valencia y Mallorca. Es que ya no sabe ni como llamar a Cataluña en su libro: Reino, Principado, Condado y Ahora Corona… Desde luego que cuando se trata de justificar lo injustificable… Supongo que este sinsentido irá dirigido al lector extranjero para despertar simpatías, porque esta tontería no se la cuelan a un español, por muy catalán independentista recalcitrante que sea.
    A la muerte de Carlos II da a entender que surgen rápidamente dos bandos contendientes en igualdad de derechos a los que se suman unas y otras naciones en función de sus intereses: el borbónico y el Austriacista; no comenta para nada que en el testamento del rey moribundo se nombraba como sucesor legítimo a Felipe de Anjou, que este fue proclamado rey de España, y se desplazó a Barcelona para jurar sus Constituciones, garantizando así la autonomía del Principado, que los prohombres catalanes le rindieron sumisión. Tampoco dice nada de que en un alarde de oportunismo político, sin causa que lo justificase, una vez comenzada la guerra, concretamente 4 años más tarde, Cataluña traicionó a su soberano uniéndose a la causa del Archiduque Carlos (cuando parecía que este iba a ganar la contienda). Estos matices que podrían llegar a restar legitimidad a las tesis defendidas por el autor del libro también fueron obviados, claro, como no tienen ninguna importancia para conocer lo que realmente sucedió, y podría causar al lector nacionalista algún tipo de dilema moral sobre la justicia en las motivaciones que impulsaron a Cataluña a traicionar a su rey… Luego se quejan de la supuesta represión que se ejerció después de 1714, como no iba se lo iba a tomar el rey como algo personal si sufrió la traición de los de dentro de su propia casa. ¿La represión posterior a 1714 fue más dura de la que recibe cualquier otro territorio que se rebela contra su señor o cualquier nación vencida en un conflicto internacional de la época? Mirad lo que hicieron con Alemania cuando la vencieron en la Segunda Guerra Mundial y eso que esto ha sucedido hace dos días. A Japón también le quitaron sus leyes secualres y tradiciones y le impusieron una constitución los americanos que sigue aún vigente, y tampoco parece que les haya ido tan mal. Ahora comprendo cuales son las fuentes rigurosas de las que ha bebido el autor de esta novela antihistórica, es evidente que se ha basado en los libros de texto que utilizan los alumnos catalanes.
    Es curioso también como descontextualizan el comentario de Quevedo sobre los catalanes para así abundar en el victimismo de la incomprensión. ¿Que va a pensar Quevedo en 1640 de un pueblo que nuevamente se había rebelado contra su legítimo señor y que había incluso solicitado su incorporación al Reino de Francia?
    Solo me queda una duda sobre un pasaje del libro, aunque sospecho que vuelve a ser una falacia de su autor: Cuando el bueno de Zubi se encuentra en Madrid un panfleto contra Cataluña que sume a nuestro protagonista en una honda preocupación, el autor nos da a entender que Castilla o el resto de España odiaban a Cataluña de manera virulenta en aquella época, más incluso que al resto de naciones implicadas en la guerra (Inglaterra, Portugal, Austria…) ¿fue esto así realmente o vuelve a ser propaganda para alimentar tal y como se hace hoy en día que Cataluña es la incomprendida de España?, ¿Se conoce algún panfleto anticatalán de la época en los que se haya basado el autor para describir tal clima de crispación, o es algo que él supone que ocurrió?. Obviamente en 1710 Cataluña era el enemigo, pero ¿realmente se pudieron llegar a encender los ánimos de los castellanos de una manera premeditada y alevosa como se pretende en el libro?
    Reconozco que, a pesar de todo, la novela ha estado muy entretenida y engancha al lector desde la primera palabra, ojalá hubiera tenido un mínimo de rigor histórico.
    Un saludo.

    • Estimado David: celebro que te haya gustado la reseña. Realmente era muy fácil poner de manifiesto el carácter panfletario de esa presunta novela histórica que, como bien notaste, era más bien antihistórica.
      Una lástima que ese sea el nivel que encuentra eco y parabienes en España y respaldo tanto en Barcelona como en Madrid.
      Con respecto a la guerra de panfletos te diré que solían ser bastante feroces. Por ejemplo la propaganda protestante consideraba, literalmente, que el incendio de Londres de 1666 era cosa de los sicarios del Anticristo -los recusantes o católicos ingleses y sus aliados europeos- para acabar con la verdadera Cristiandad que, por supuesto, era la protestante.
      Por no movernos de Inglaterra, el historiador E. P. Thompson escribió un interesante artículo sobre el llamado delito de anonimato. Es decir el que cometían los que escribían panfletos anónimos, cargados muchas veces de amenazas violentas sin nombre ni dueño pero con destinatario. Un panfleto anónimo podía decir cualquier cosa. Solía salir gratis. Otra cosa era la propaganda oficial que no podía hacer tal cosa. A lo sumo hablar de traidores, de manzanas podridas, por asi decir, que estaban inficcionando un miembro sano del cuerpo de la monarquía (así veía las cosas la gente de la época, de manera orgánica, por corporaciones).
      Un ejemplo británico más para esclarecer esto por comparación. En 1745 se da una situación similar en Gran Bretaña a la que sufre España en 1714. Se aplasta la rebelión de parte de los clanes escoceses de la Tierras Altas que querían reponer en Londres a la dinastía Estuardo. Por supuesto los de las Tierras Bajas, la burguesía urbana -indistinguible en atuendo y en actitudes de la de Bilbao, Londres, Barcelona, París…- cierra filas con los Hannover y combate a los temidos montañeses. La nobleza, como se ve en la magnífica «El señor de Ballantree», nada y guarda la ropa. Esa, en trazos gruesos, sería la situación británica en 1745.
      Pese a la ayuda española y francesa, que incluso manda regimientos de línea a apoyar la insurrección, ésta es derrotada. Los documentso conservados en los Archivos Nacionales británicos, el antiguo PRO, tienen un encabezamiento elocuente cuando se leen las sentencias contra los jacobitas capturados: el interesado ha osado levantarse contra su señor, ayudándose de toda clase de armas ofensivas y defensivas, actuando con espíritu diabólico contra ese elegido de Dios para gobernar el reino unido de la Gran Bretaña que era Jorge de Hannover, mereciendo por tal conducta traidora tales y tales castigos.
      Una lectura sesgada de tales palabras… ya sabemnos en qué desemboca.
      Ese era el espíritu y la letra de la época. Una vez más, como con los mapas, digamos que «creativos», Sánchez Piñol ha hecho de la capa histórica un sayo al gusto del independentismo catalán actual.

      Espero que el comentario te sea tan de ayuda como la reseña. Un saludo cordial.

      • Guilloit dijo:

        Es gracioso como os apoderais de la «verdad histórica» como si la hubierais vivido. Lo curioso es que la verdad para los humanos siempre será subjetiva, lo es ahora y lo era en 1714. La documentación es subjetiva y interpretada al gusto actualmente. Os llenáis la boca para criticar Victus por inventar un pasado nacionalista Catalán a partir de textos interpretados con vuestras manera de entender las cosas. Conocías el sentimiento de la gente, no, estabais allí, no. Entonces no comentéis como si sentaseis cátedra. A mi me ha dado vergüenza ajena.

        Ciao

      • Estimado Guillolt: su argumentación, no sé si es consciente de ello, pero, aún así, se lo tengo que decir, es una reducción al absurdo. Según ella, un químico no puede hacer Química a menos que sea una bacteria o una espora y un médico no puede curar a nadie a menos que haya padecido la enfermedad previamente.
        A eso equivale su argumentación sobre la Historia y la subjetividad. Es obvio que lo ignora todo sobre los métodos de trabajo de esta ciencia -y de otras que comparten esos métodos con ella, como la Química y la Medicina- y, por tanto, se aferra a ese relativismo como último refugio para salvar la cara de una novela, «Victus», que jamás ha pretendido ser otra cosa que pura subjetividad presentista al servicio del Independentismo catalán que, eso se lo pueden asegurar todos los historiadores minímamente responsables -muchos catalanes incluidos entre ellos- era un concepto inexistente en la Cataluña y, por ende, la Europa del momento hasta el año 1776 como mínimo.
        La documentación escrita, que es la principal fuente de información del historiador, es la que permite reconstruir en un discurso coherente y formativo esos hechos. Del mismo modo que los cultivos de esporas o bacterias permiten, por ensayo y error, descubrir nuevos compuestos químicos o nuevas medicinas. Si es usted incapaz de percibir esos mecanismos básicos que hacen viable la Ciencia en todas sus ramas, y con ella la buena marcha de esa sociedad que le ha dotado a usted y a muchos otros de un bienestar desconocido, por ejemplo, en 1714, o sólo al alcance de unos pocos privilegiados, carece usted de cualquier argumento sólido que le permita poner en solfa esta reseña de «Victus»que, piense usted lo que piense, está muy lejos de ser un panfleto a favor de «los otros».
        A mí, personalmente, me causa vergüenza ajena su falta de conocimientos básicos sobre cómo funciona este mundo que, insisto, tanto le beneficia a usted, facilitándole, gracias al desarrollo de la Ciencia en todos sus campos, un bienestar y una cultura más vasta que la que jamás soñó nadie en poseer en 1714.
        Pero, en cualquier caso, es usted muy libre de tirarse por el abismo que le plazca. Eso sí, no lleve a más gente a tan trágico error si es posible. Le recomiendo leer algunos libros sobre la Guerra de la antigua Yugoslavia de los que podrá sacar conclusiones de lo que ocurre cuando manipuladores y demagogos, y no especialistas visados por distintas universidades, se apoderan de una Historia determinada y la usan como espantajo para sus propios fines políticos.
        Un saludo.

  24. Falta la referencia al ‘héroe’ Rafael Casanova, que huyó, cobardemente, del asedio borbónico, disfrazado de fraile y haciéndose el muerto.
    Murió 23 años después, en su cama, tras haber pedido y obtenido el perdón, que Felipe V le otorgó generosamente.

    • Estimado Alfonso Posada: podríamos empezar y no parar con cosas así, pero en algún lugar había que poner el límite. Lo mismo pasa con los represaliados de 1714 que en 1719, en contra de lo que se dice en «Vae Victus», están luchando como fieras al lado borbónico, junto a Felipe V pero contra el duque de Berwick, durante el asedio de San Sebastián de 1719 (otra de esas aparentes paradojas dieciochescas que al autor le dan igual porque no encajan en el guión previo donde tiene que meter su novela, bastante estrecho y sesgado hacia dónde ya todos sabemos).
      Esta serie de novelas de Sánchez Piñol son lo que son y habría que escribir tantas páginas como ya ha escrito él para desmentir todos los infundios con los que han sembrado tantas cabezas desprevenidas.
      En cualquier caso mil gracias por la puntualización que aquí queda publicada para remachar aún más lo dicho.
      Un saludo.

      • «Vae victis», en correcto latín, aunque la victoria fue pírrica, lo que nos llevaría a compadecer a los asaltantes que sufrieron muchas más pérdidas que los defensores. Su cabreo tuvo que ser monumental.

      • Estimado Alfonso: una vez más gracias por la precisión. En realidad nada de cabreo. No al menos entre el Alto Mando de los sitiadores, que sabía perfectamente lo que pasaba al asaltar fortificaciones abaluartadas como las de Barcelona: que se perdían efectivos a mansalva. Por eso las guarniciones eran menores que las tropas asaltantes. No por heroísmo o por falta de medios, sino porque era más fácil defender posiciones así que asaltarlas.
        La victoria no fue pírrica realmente. Fue aplastante. Tanto que en 1779 parte de las tropas más leales enviadas a luchar por el rey de España contra los británicos en Norteamérica, salen de Cataluña. Pero, tal y como están las cosas en este país, eso es lo de menos ¿verdad?. La insolvencia intelectual es la norma y como tal es recibida con los brazos abiertos en editoriales, tertulias de TV, columnas de opinión, cátedras, etc… Y el resultado bien a la vista ésta, ¿no?.
        Un saludo.

      • Gracias, Carlos.
        La abundancia de datos con las que nos obsequian las redes exige un ejercicio muy interesante. Nunca antes fue más necesario tener criterios fundamentados en un análisis de los hechos y discriminar las interpretaciones interesadas y/o torticeras.
        Me pregunto si las futuras generaciones se agruparán por criterios, de forma ciega, sin pensarlo mucho, en plan sectario como en la actualidad, o tendrán máquinas que se encargarán de ‘decidir por ellos’ y librarlos de ‘la funesta manía de pensar’.
        Me estoy haciendo muy, muy viejo, por momentos.
        Saludos cordiales

      • Estimado Alfonso: de nada. ¡Y no caigamos en el pesimismo!. Un saludo.

  25. Paco dijo:

    Primero de todo, felicidades por el blog cuyo enfoque encuentro ciertamente interesante. Déjame decirte que subscribo todas y cada una de las palabras en la reseña que le dedicas a este libro. Yo a este libro lo describiría con una sencilla metáfora. Victus es como escuchar la narración de un Barça-Madrid de fútbol por los comentaristas de tv3, Catalunya radio, o RAC1. Eso es todo. Un buen trabajo técnico ( es innegable que Jordi Sánchez tiene talento, madera y oficio de escritor) al servicio de una causa, que yo definiría con una expresión que en Catalunya se utiliza mucho, y que no es otra que la creación de «imaginarios colectivos», vaya «fer pais».

    Permíteme decirte que me han gustado mucho los zascas que has repartido a ciertos comentarios de otros lectores cuyo bajo nivel de autocrítica me asombra.

    Y nada más, espero que sigas con esta página y si vuelvo a leer otra novela histórica ( la verdad es que soy un lector más de ensayos y libros técnicos que de novelas) me pasaré por aquí.

    Live long and prosper

  26. Paco dijo:

    Perdón, que me he equivocado con el nombre del autor Albert Sánchez y lo he confundido con el popular actor Jordi Sánchez, el Antonio Recio de la serie de televisión «La que se avecina». Pido disculpas

  27. joSeeb dijo:

    las dudas que ves al libro son las mismas de las q acusas al mismo.:sectarismo
    no creo q críticases otra NOVELA historica, la cual siempre se permite licencias.
    Y todo para contentar el otro nacionalismo q impera en estas tierras.

    • Estimado joSeeb: has debido leer otra reseña que no era la de «La novela antihistórica» sobre «Victus» y te has debido equivocar al mandar el comentario a esta página. Realmente no reconozco ninguna de tus objeciones en esta reseña. Especialmente lo de contentar al Nacionalismo español que, si te fijas bien, también ha recibido la parte que, en Justicia, le tocaba cuando, como es el caso de esta página, se habla desde la Historia y no desde ningún pedestal político. Cuatribarrado o no.
      Más suerte, y más atención, con próximas lecturas de reseñas. Procura no confundir las de «La novela antihistórica» con las de «La Gaceta de los negocios» que, por cierto alabó a «Victus» de una manera verdaderamente incomprensible en unos adalides del «otro» Nacionalismo como es su caso.

  28. Rubisco dijo:

    Me vais a perdonar la parrafada pero es que no he encontrado otro hilo que hable del libro y tenga muchos comentarios.
    Me costó hacerme con el libro porque no estaba en ninguna de las bibliotecas de mi zona, ni librerías.
    Supongo que su éxito editorial se habrá dado sobre todo en Cataluña, pues claramente su enfoque sigue las tesis del nacionalismo catalán mainstream:
    a) que la guerra de sucesión fue una guerra de españoles contra catalanes
    b) que los españoles son malos=imperialistas=atrasados y los catalanes son buenos=modernos=emprendedores
    c) que Cataluña sería grande si no fuera por culpa de los españoles/castellanos que esquilmaron su tierra en el s. XVIII

    Y es que la idea de novelar el asedio de Barcelona de 1714 es una idea buenísima pero hubiese sido aún mejor que el autor no tuviera una versión tan sesgada y contaminada de nacionalismo.

    Y que conste que no se me escapa que el protagonista es zafio, desagradable, prolijo en comentarios despectivos hacia todo lo que se menea, y se comporta a menudo más como un rufián que como un golfillo educado por un aristócrata, pero es que tanta hispanofobia sobra y no resulta realista en el siglo en el que se ambienta la novela.

    Que conste que sé que es obvio que en una novela histórica se toman muchas licencias, como que los protagonistas que codeen con personajes históricos, se maquillen detalles o se rellenen lagunas, pero por algunas manipulaciones no paso:

    -Que “España no existe” (pag 125) porque a Piñol se le pone en las pelotas que no exista pese a que aparezca el nombre en los documentos históricos. La franja central de la península ibérica es “Castilla” para resumir y lo demás, Cataluña (o Portugal).
    Pese a la extensión norte-sur que el propio autor le da a Castilla, sigue una amplia demostración de prejuicios castellanófobos muy típicos del adoctrinamiento nacionalista catalán: que Castilla es un país de secano (incluidas Galicia y Asturias), rural (¿y la Cataluña interior no?), aristocrático, ancestral, mientras que Cataluña es mediterránea (no jodas, ¿cuántos años dices que has estudiado para saber eso?); ahora bien, si en esa época Murcia pertenecía a Castilla ¿no sería mejor no generalizar y admitir que en la Castilla del XVIII había muchos climas y tipos de cultivo?
    Cataluña es burguesa y “naviera” (no sé a qué se refiere el autor con naviera. Los empresarios catalanes hacían buenos negocios en Galicia, o sea la Castilla de Piñol, pero eso no es ser una potencia naviera. Los grandes armadores tras la guerra de Sucesión no se situaron en Cataluña y ya habían pasado varios siglos desde lo de que los peces ¿cómo era? no se atrevían a nadar sin el permiso de los reyes de Aragón, es decir, Cataluña según Piñol.
    Piñol sigue acusando de que la unión dinástica (pero en el fondo independiente) de los Reyes Católicos fue traicionada por Castilla, que vio la independencia catalana como una traición (porque lo dice Piñol). Por supuesto, Piñol no menciona en ningún momento “reino de Aragón”, que debe ser como España: jamás existió. Solo existió Cataluña, gobernada por la Generalitat (porque a Piñol se le pone en las pelotas confundir la Generalitat con las Cortes Catalanas, o que se yo).

    -Que los Castellanos estamos “acostumbrados al régimen despótico de Castilla” cuya causa es de suponer es el innato despotismo de sus gentes, no de sus gobernantes (los Austria) ya que entonces no se explicaría que los catalanes sean austriacistas.
    -Piñol se permite ilustrar su supuesto odio de los castellanos a los catalanes (no a la inversa, hola victimismo) con una cita de Quevedo (ya sabeis, ese literato tan famoso por hablar bien de todo y todos). ¿Y por qué no cita a Cervantes, reconocido elogiador de los catalanes y de Barcelona en particular? Porque si no a Piñol se le cae el chiringuito. Mucho mejor citar a Quevedo y generalizar pensando que todos los castellanos durante siglos pensaban igual.

    -La guerra dels Segadors (1640), por supuesto, porque se les planta en el escroto a Piñol y los nacionalistas catalanes, fue una guerra de España (esa que no existe, o sea, Castilla) contra Cataluña, en el que murió el virrey español (supongo que se refieren al conde de santa Coloma, odiado noble catalán muerto a manos de catalanes). Vamos, que no es que Luis XIII declarara la guerra y el conde duque de Olivares enviara a atacar a Francia a 40000 soldados de diversa procedencia (castellanos incluidos) y tuvieran que parar en Cataluña. Que Pau Claris puso Cataluña en manos de los franceses pues porque si, porque ya lo dice Piñol, que los catalanes les preocupa mucho sus libertades y su constitución y no hay nada como los franceses para conservarlos.
    Piñol omite piadosamente la gran cagada de Pau Claris, lo rapidito que se arrepintieron los catalanes de quedar en manos de Francia y de que la vuelta al preferible “régimen despótico de Castilla” costó el Rosellón. También omite que se esos barros vinieron estos lodos y que normal que los catalanes huyeran de todo lo que oliera a borbón (hasta que vino Carlos III a apaciguar las cosas).

    Y eso que Piñol también hace autocrítica de la nación “Cataluña” (“pecio político que tenía que hacerse hundido” y bla bla bla). Al menos admite la nefasta regencia del gobierno Catalán (y los eclesiásticos) en el conflicto del asedio, que vuelve a plantearse como un lucha entre España (eso si, con tropas borbónicas mayoritariamente francesas y cabecillas extranjeros ) contra Cataluña sin más motivación que la venganza anticatalana. Y es que según Piñol, Castilla no se decanta por Felipe V porque sea el rey legitimo, o porque su aliada sea Francia, o porque sea archienemiga histórica de Inglaterra, sino, claro está (viva el victimismo nacionalista catalán) para fastidiar a los catalanes austriacistas. Los mismos Austrias responsables del “despótico régimen de Castilla” y su “coagulado imperio” hasta la fecha.

    El desprecio hacia la “hidalguía” castellana, trasnochada y vaga, es ya todo un clásico de la hispanofobia desde el siglo XIX, utilizado por cuantos nacionalismos ibéricos han surgido. A Piñol solo le falta añadir “Castilla ens roba” y ya estarían todos los lugares comunes nacionalistas en el libro. Pura leyenda negra. Todo ese concepto de castellanos=hidalgos vagos y catalanes=burgueses prósperos procede de los escritos nacionalistas del siglo XIX, no son reflexiones propias de alguien en el siglo XVIII.

    Y por supuesto que Casanova tiene un papel secundario en el libro (respecto a Villarroel). Es que dime tu como cuadra su famoso bando del 11 de septiembre que habla de “la libertad de toda España” con la tesis de Piñol de que el asedio de Barcelona es una guerra de España contra Cataluña.
    También omite la arenga de Villarroel en el que habla de “por nosotros y por toda la nación española peleamos”. Y mira que habla Villarroel en el libro , pero nada, que Piñol solo refleja lo que le sale del escroto para que quede más a gusto con las tesis nacionalistas catalanas de hoy.

    En definitiva, que los de Piñol es de tarjeta roja e inadmisible por muy novela histórica que sea. Esa tesis de España es una cosa y Cataluña es otra y que en 1714 España atacó Cataluña para privarla de sus libertades es de un cuñadismo inaceptable y no resiste 10 minutos de Wikipedia.

    Otras cosas que me chirrían:

    -Que los personajes hablen catalán delante de castellanoparlantes con la seguridad de que no entienden palabra. Por el amor de Dios, eso es absurdo: por supuesto que los castellanoparlantes pueden pillar el hilo de una conversación en catalán aunque no conozcan el idioma. No son idiomas tan distintos. Es absurdo que un catalán piense que nadie le va entender, como si estuviera hablando euskera, o ruso.
    -El Quijote se publicó en 1615 y no es creíble que Zubiría, nacido mucho después, no haya oído hablar de él ni siquiera en su breve estancia en la escuela y que lo use en 1700 y pico para desoxidar su “castellano”.

    -Piñol pone en boca de su protagonista que Brihuega es un “villorrio”. Eso solo lo puede decir alguien que, o no ha estado en Brihuega, o se niega de todas las maneras posibles a aceptar que esa zona (Guadalajara provincia) no es la Castilla seca y fea que solo les cabe en la sesera a los nacionalistas catalanes de pro. SI Brihuega es un villorrio, Lleida o Girona, que son, ¿aldeas putrefactas?

    -Zuviría obviamente no es un apellido con rancio abolengo catalán. Zúñiga es un apellido de origen navarro. No se si el autor pretendía que pasase por apellido típicamente “castellano” (pese a la ñ) pero podía haber encontrado alguno mejor.
    -El autor está mal documentado sobre el origen de los apellidos acabados en –ez. No puede decirse que sean de origen castellano, como dice el autor. Los apellidos acabados en –es, -ez o –is (según la zona) provienen de terminaciones godas (quizás un genitivo) y son más antiguos que el propio concepto de “Castilla”. Vamos, que son de antes de que existiera el reino e incluso el condado de Castilla. De hecho fueron importados a esas tierras por gente vasca, asturiana o cántabra que ya los tenía. Es algo bastante bien sabido así que el autor se puede ahorrar lo de que esos apellidos son “castellanos” en origen.

    -Asume un republicanismo innato de los catalanes “cuanto menos gobierne un rey y más lejos esté, pues tanto mejor” impropio de la época. Por supuesto que los catalanes ya habían probado lo que suponía estar bajo el mando de Francia y podían temerse lo peor con Felipe V, pero…¿acaso no es bien sabido la fervorosa acogida popular de Carlos III de Borbón en la Barcelona de 1759?
    ¿Sabían los barceloneses de 1714 que en menos de 50 años estarían vitoreando a un borbón? Si hubiesen sabido que un sucesor de Felipe V no iba a ser tan “malo”, quizá se hubieran decantado por una rendición honrosa y evitar al máximo las represalias (cuanto mayor es la resistencia de una plaza mayores son las represalias; eso se cumple para Barcelona y para cualquier otro sitio).

    -Y ¿por que, sabiendo que el Karlangas tuvo que salir de Madrid por su más que frío recibimiento, no se toma esa referencia como ejemplo de que una ciudad puede rechazar a un rey, sin mediar asedio ni derramar sangre civil?
    Es el nacionalismo y no el raciocinio el que insiste en glorificar la resistencia de Barcelona en 1714. Alguien racional (como Villarroel) claramente hubiera visto que lo más sabio hubiera sido una rendición honrosa con negociación de conservar la Constitución y el máximo de fueros, porque lo contrario no era más que una escabechina civil innecesaria. Por tanto, me da igual lo que sucediera el 12 de septiembre de 1714: quien con niños se acuesta…

    -Y por que la destrucción de la Ciutadela en el s. XIX es vivida por el nacionalismo catalán como una agravio inmenso si el propio Piñol reconoce que Verboom la construyó para subyugar a la población civil en vez de ser una fortaleza en defensa de la ciudad?

    En fin, que no digo que Piñol sea un autor malo pero es un mamporrero del nacionalismo de la peor calaña y conmigo no cuela. Lo mismo con los guiris si (hasta que les de por mirar la Wikipedia).

    • Estimado Rubisco: disculpada queda su parrafada o desahogo contra Sánchez Piñol. Todo muy bien razonado y claro está, por aquí no se puede estar más de acuerdo. De eso iba la reseña. Es evidente que «Victus» y su algo fallida secuela son un producto del eficaz marketing catalanista. Lástima que España no tenga algo siquiera similar. Si así fuera tal vez ahora se hablaría del eje franco-español como dirigente de la UE y no del eje francoalemán. Bueno, alguna virtud tendrán novelas como la de Sánchez Piñol. Igual nos ayudan a salir del acartonado patriotismo modelo Guerrero del Antifaz que ha hecho más daño a España que dos millones de independentistas. Un saludo.

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